Una historia escrita con tinta sangre
“No se puede ser libre sin matar”, son algunas de las frases que se pueden escuchar durante este el segundo film del cineasta Nicolás Prividera. En su anterior trabajo, M, evocaba a su madre desaparecida durante la última dictadura militar. En este caso, va mucho más allá y se sumerge en la compleja historia argentina contada por las múltiple miradas de una misma sociedad.
Las diferencias entre quienes vivieron en este país, quedan a las claras y, a la vez, todas, conviven dentro del mismo escenario, el Cementerio de la Recoleta.
Es paradójico que en él cohabiten personalidades como Esteban Echeverría, Juan Manuel de Rosas, Facundo Quiroga, Domingo F. Sarmiento, Juan B. Alberdi, José Mármol, José Hernández, Juan Lavalle, Bartolomé Mitre, Julio A. Roca, Eva Perón, Paco Urondo, Rodolfo Walsh y Juan José Valle, entre muchos otros. Este emblemático cementerio que no da miedo por sus tumbas, pero si por las duras ideas y palabras de muchos que descansan en el predio.
Estos actores de la historia que sabían estar enfrentados, deben compartir la misma tierra que una vez los vio luchar. Batallas y guerras que solo derramaron sangre en las tierras del sur y poco ha logrado solucionar. Ideas no compartidas que dividían clases sociales con verjas rojo púrpura por pensar distinto: Unitarios y Federales, Gauchos y Alta Sociedad, pobres y ricos o, simplemente, argentinos con distintas doctrinas.
Un película que narra con palabras claras, silencios justos y tomas exactas lo que pasó y muchas veces se olvidó. Todo en un mismo submundo de mármoles y epitafios.
Tierra de los Padres (quizás padres de la Patria) es vital para la memoria que revela miserias de la historia argentina que no se debe desconocer.