¡Vienen zombies!
Zombieland (2009) es una comedia moderna que posee los habituales conflictos adolescentes bajo la excusa liviana de un ataque de muertos vivientes en un mundo desfavorable y moribundo.
Dos hombres sobreviven a un ataque de zombies. Uno, Columbus (Jesse Eisenberg), es frágil, metódico y obsesivo. El otro, Tallahassee (Woody Harrelson), es rudo, seguro de sí mismo y, como suele pasar, un tanto hueco. Ambos intentarán mantenerse con vida enfrentando a una Norteamérica apestada de zombies.
En el medio, conocerán a dos mujerzuelas (Wichita, Emma Stone; Little Rock, Abigail “Pequeña Miss Sunshine” Breslin), unas hermanas astutas que se las arreglarán para pasarla lo-mejor-que-puedan en un presente adverso. Todos serán parte de este disfuncional convoy de sobrevivientes, quienes descubrirán, con el devenir de los acontecimientos, que un amigo fiel también es familia (aunque cueste fricciones revelarlo).
Ruben Fleischer es el director de esta entretenida aventura, en la que el protagonista de Adventureland: Un verano memorable (Adventureland, 2009), Eissenberg, persiste en su registro actoral tontuelo (no menos naif, y siempre divertido) similar al de, por ejemplo, Michael Cera en casi todas sus intervenciones cinematográficas.
El motivo de los zombies no se explica y poco importa. Éstos son sólo una excusa que sobrevuela en el ambiente. No es criticable, sino todo lo contrario: ¡Una comedia con zombies era necesaria! También, es inevitable la mención al genio absoluto de Bill Murray. Con un cameo divertidísimo, el astro de Los Cazafantasmas (Ghostbusters, 1984) hace de sí mismo en medio de la toma de su propio hogar mechando crossover con la vida real (“Acabo de ver a Eddie Van Halen en Hollywood convertido en zombie”.).
Con una gran banda sonora (destacable: Band of Horses – No One’s Gonna Love You), Zombieland es el reflejo de que la comedia para adolescentes funciona y mucho, más allá de los gags localistas (el constante cacheteo a los “rednecks”, adjetivo despectivo que hace alusión al sureño norteamericano), en (casi) todo el mundo, con un lenguaje universal: el del absurdo.
Una película con final feliz y sonrisa constante. Recomendada, sobre todo, para la pendejada.