La corrupción del mata-zombies.
Es sabido que se ha creado todo un subgenero dentro del subgenero de zombies, y ese es el de la comedia terrorífica basada en zombies. Sí, suena insoportable, pero es así. La creatividad, el buen gusto para el humor ácido y, principalmente, una buena caracterización, debieran ser -a criterio de este servidor- los condimentos indispensables para encarar un proyecto que intente posicionarse entre el grupo selecto que tiene a la exquisita Shaun of the Dead como referente o modelo a seguir.
Quizás el error más grave sería comparar a Zombieland con aquella película de Edgar Wright, ya que esta última sentó las bases para el mencionado subgenero, indiferentemente del orden de creación de dichas producciones.
Zombieland es, por lo menos en estos días de euforia "box officera", un filme aceptable, con ciertos rasgos característicos que la hacen defendible sólo si se la mantiene en esa delgada línea de estupidez por la que recorre, jactándose de ser graciosa y aguda. Las interpretaciones actorales de Jesse Eisenberg (una versión más canchera de Michael Cera, aunque no sabría decir quién copia a quién), Woody Harrelson, Emma Stone y Abigail Breslin (¿esta es la adorable niñita de Signs? Increíble) son buenas, pero lejos están de construir un grupo tan épico como el de Simon Pegg y compañía. Y aquí es donde hay que detenerse a analizar qué ha hecho el grupo dirigido por Ruben Fleischer.
Tal vez estemos ante una parodia del cine zombie, o una oda a los video juegos al estilo Redneck Rampage, o simplemente una fallida producción que se mofa de unos efectos especiales muy buenos y un ritmo frenético de acción violenta y ¿cómica?.
Plagada de estereotipos (el sonso que conoce al rudo delirante, que encima se topa con la hermosa chica mala y su no tan dulce hermanita menor), y con un estancamiento sobre la mitad que la conduce hasta el borde del bodrio (patética la escena de Bill Murray haciendo de él mismo), esta producción es tentadora desde su comienzo tan posmoderno de presentar la trama, sentándose en las "reglas" que sigue Columbus (Eisenberg) para ser uno de los pocos sobrevivientes de la ex-Tierra ahora devenida en "Z-land".
Para ir englobando un poco la cuestión, podríamos decir que estamos ante una trama que traza un curva ascendente en la primera media hora, para descender violentamente (casi tanto como la escena de la mujer saliendo despedida de su auto) en la mitad, y elevarse un poquito en el clímax.
Harrelson sabe hacer papeles como éstos, por lo que quizás sea uno de los pilares de esta historia tan pop. Su personaje es una clara corrupción del mata-zombies admirado en la cultura popular americana, y se deja llevar por esa fachada de ganador al que le importa más devorarse un Twinkie en vez de desatar una furia contenida a causa de su dolorosa pérdida.
En fin, como bien apunta Eisenberg en una escena, "todo es muy duro en Zombieland", pero nada ácido y mucho menos terrorífico. Nos quedamos simplemente con un filme atractivo que no nos hará nada de daño si nos lo perdemos.