El petróleo que no tenemos
Solanas y la privatización del petróleo.
Tierra sublevada parte 2: oro negro , el nuevo documental de Pino Solanas, demuestra dos cosas. La primera, y que post-documental parece tan obvia como un chorro de petróleo en el medio de la cara, es la irracionalidad de que nuestros recursos petrolíferos todavía se encuentren privatizados. La segunda, no tan obvia pero si potente, es que Solanas, hoy opositor al Gobierno K, es, antes que nada (es decir, antes que militante, antes que didáctico, antes que una leyenda que nace de alguna forma en 1968 con La hora de los hornos ) un tipo que sabe contar, que sabe caminar un documental, que su principal legado es su amable dominio de una forma cinematográfica que hoy, frente a la posibilidad de cualquiera de filmar, se encuentra bastante bastardeada.
Porque lo que sorprende del filme que Solanas considera parte de un sexteto que llama Crónicas de la Causa Sur (iniciado con Memorias del saqueo en el 2002 y que ha tratado acerca de la minería a cielo abierto, los ferrocarriles y el potencial de Argentina para superar su actual estado) es la habilidad de Solanas de tomar recursos hoy considerados básicos, como una voz en off del propio Solanas y entrevistas en formato “cabezas parlantes”, y aprovechar esa simpleza.
Es por esa fluidez que Oro negro va y viene, sin perderse, entre registros de historias individuales que reflejan los daños causados por la contaminación o la miseria generada por la privatización de YPF y la lectura constatable en hechos de datos concretos, que parten desde la figura del General Mosconi y su ayuda en la creación de YPF hasta la actual e irreal situación en la que Argentina debe importar reservas de petróleo y gas. También existe un uso, casi quirúrgico, del material de archivo donde, por ejemplo, aparecen las figuras de Perón y por Néstor Kirchner en extremos opuestos.
Solanas se permite, sin caer nunca en la “historia de vida”, hablar con una mujer que ha “adoptado” (les da trabajo y comida) a muchos jóvenes desempleados para así llegar a sentar frente a frente a la abogada defensora de protestantes de Gral. Mosconi detenidos y al Juez que los manda a detener. Y eso sin ponerse amarillista, sino dejando que el propio desarrollo de los cruces de palabras demuestre la coherencia de uno y lo insostenible de la otra posición.
Solanas, decíamos, sabe caminar y su figura es importante, tanto dentro como fuera del plano: no se para con distancia, pero tampoco falsea una igualdad. Y en esa posición puede mostrar, a mitad de camino entre la comedia y una realidad tremenda, un pozo petrolero casero de una familia de 21 habitantes (que encarga, al final del filme, a su integrante 22) como la denuncia de mostrar la apropiación de caminos nacionales por empresas privadas. Sin negar la belleza de ciertos paisajes en sus recorridos por la Patagonia y las selvas de Salta, sin relegar lo humano, pero tampoco usándolo como bala de salva contra el problema, sin esconderse pero desapareciendo lo suficiente para perder lo panfletario, Solanas demuestra que su mejor política sigue siendo su forma de narrar.