Esta crítica se publicó en el marco de la 13 edición del BAFICI.
Tilva Ros es el filme debut del serbio Nikola Lezaic, que obtuvo el premio a la Mejor Película y Mejor Actor (Marko Todorovic) en el Festival de Cine de Sarajevo, la competencia más importante de la región centro-este de Europa. Dos amigos, Toda y Stefan, forman parte de un grupo de skaters en una ciudad balcánica que vive el ocaso de su prosperidad tras la caída de la industria minera. La realidad de protesta social y falta de oportunidades penetra la vida de unos jóvenes al final de su adolescencia, quienes empiezan a distanciarse de a poco al enfrentarse con los problemas que conlleva crecer. Como en el caso de la estadounidense Kids o la argentina Somos Nosotros, el director logra captar un espíritu adolescente, reflejando las inquietudes y el desconcierto de una generación. El trabajo, el amor, la amistad, son algunos de los tópicos a los que se recurre a lo largo de la película, dividida en cuatro partes.
Acompañada de una muy buena banda sonora internacional, con sólo uno o dos temas locales, se construye una historia entretenida, cargada de situaciones cómicas, sostenida con duelos de diálogos muy bien manejados por sus actores. A esto hay que sumar también aquellos efectivos momentos suspendidos en el tiempo, bellamente musicalizados, así como los divertidos cortos al estilo Jackass que filman una y otra vez. El problema recae entonces en que esos 99 minutos terminan por ser demasiado, tendiendo a repetir algunas secuencias y extendiéndose más de la cuenta. Más allá de esto la película alcanza muy buenos resultados, no sólo como reflejo de un grupo que se impone desafíos y riesgos físicos con tal de no enfrentar un dolor emocional, sino que es más lo que abarca ya que se convierte en un retrato generacional. Es la juventud que madura en un lugar estancado, con un futuro más brillante a sólo unas fronteras de distancia.