Un Jackass, para peor, de cabotaje
Según parece, unos skaters dedicados al huevo existencial, como no podían registrar proezas deportivas que no hacían, influenciados por «Jackass» decidieron un día grabar en video sus golpes y desafíos de resistencia física (y desafíos al buen gusto, también). Alguien compiló y subió a Internet ese material, muchos pibes se engancharon para verlo, un fulano se puso a teorizar sobre el notable alcance de la protesta juvenil que, según él, implica eso de exhibirse a sí mismos lastimándose de puro gusto, y otro fulano ya medio grandecito decidió hacer con eso su primera película. Habló con los cabecillas del asunto, les inventó una mínima situación argumental, y los puso a actuar.
La situación era simple: dos compañeros han terminado la secundaria y disfrutan su último verano. Después uno irá a la universidad y el otro tendría que ir a conseguirse un trabajo. La acción transcurre en un pueblo minero de Serbia venido a menos. A dicho pueblo llega de vacaciones una amiga de ambos chicos. ¿Habrá entonces algún planteo social por la falta de futuro para el menos capacitado de ellos? ¿Habrá algún debut sexual con la amiguita? ¿Habrá una pelea de fondo entre los dos amigos por esa chica? ¿Quizás una reflexión filosófica, una buena carrera de skates con obstáculos, algo? Lasciate ogni speranza, voi che entrate. No pasa nada.
Mejor dicho, pasan algunos episodios de vandalismo típicos de cualquier bandada de gandules, pasa una manifestación obrera por si alguien quiere encontrarle una segunda lectura que el autor no se molesta en ajustar, pasan unos cuantos temas musicales de grupos norteamericanos, los pibes pasan el día jugando en el «patio» de la mina abandonada y otros lugares sin evidenciar mayor preocupación por nada, y al fin, tras largo tedio, pasan los 99 minutos de duración de esta película. Presentada en el Bafici como la gran cosa en materia de expresión del alma adolescente, se estrena ahora en una sala under y cineclubes que tampoco parecen preocuparse por su futuro.
La verdad, los que se grababan golpeándose «accidentalmente» para un concurso televisivo de bloopers, al menos tenían una expectativa pecuniaria bastante clara. Rodaje en Bor y Majdanpek, que hasta los 80 concentraron una de las mayores explotaciones cupríferas de Europa.