Y si de hadas hablamos es una de dos, o estamos transitando la infancia o viéndolas a ellas, las pequeñas y diminutas protagonistas de “TinkerBell”. Una vez mas este grupo de tan perfectitas y bonitas haditas, se enfrentan a una aventura épica.
Bajo la dirección de Peggy Holmes, quien ya había dirigido anteriormente “Campanita, el secreto de las hadas”, llega esta nueva película de animación. En esta oportunidad una de ellas; la inquieta e intrépida Zarina (Cristina Hendricks “Mad Men”); el hada protectora del polvo mágico; es excedida por su propia curiosidad y en su empecinada intención de hallar respuestas a los mil porqué que se plantea, manipula el elemento y consigue modificarlo, pese a que se le advirtió que no debía hacerlo.
En su afán, ocasiona un accidente que provoca el enojo de todos y es destituída de su función.
Triste, decepcionada y molesta con el castigo, decide quedarse con un grano del preciado polvo azul (imprescindible para crear el polvo de hadas, el que les permite volar), y emprende su retirada de la comarca.
En el camino se aliará con unos malvados piratas, junto al un jóven grumete, quien luego será el ya tan conocido capitán Garfio (Tom Huddleston “Thor”). La hadita fugitiva es la capitana de los piratas y juega a ser una “Jack Sparrow” voladora, que junto a ellos regresa un año mas tarde para robar todo el polvo pixie.
Todos caen bajo los efectos de los artilugios de Zarina, y solo Tinkerbell y su pequeño grupo de amigas, serán las únicas que podrán ir tras ella, no sin pasar por algunas dificultades, que las llevarán a entender el talento de las otras y poder usarlos bien.
Es innegable la capacidad de Disney para industrializar la magia.
Multicolor como siempre, con canciones en el barco que lograrán la sensación de alboroto y el mensaje tan característico de estos relatos; un empalagoso “amigas para siempre”.
Es una película para las niñas de la familia, a ellas sin dudas, la magia las alcanzará, eso sí, si sos papá y te toca llevar a las chicas, recomiendo comprar un buen balde de pochoclos para garantizar saborear un poco de dulzura que suavice el momento.