Secundarios al poder
La exitosa saga de películas con el tópico de hadas que Disney lanzó hace ya tiempo con Tinker Bell (2008), sigue rindiendo sus frutos.
Si bien la mayoría de los films fueron destinados para el lanzamiento directo en el mercado hogareño de Estados Unidos, en Argentina, cada una de ellas ha tenido su estreno en salas, con una buena repercusión de público, principalmente infantil y femenino. Pero de a poco el estudio ha tratado de sumar a los niños incorporando personajes masculinos y hasta una élite de hadas ninjas para agregarle una dosis de acción a las películas.
Y en el caso de Tinker Bell y la bestia de nunca jámas (Tinkerbell: The Legend of the Neverbeast, 2014) de Steve Loter, no será la excepción, sumando, además que por primera vez la famosa hada de los inicios de viejos programas de Disney, dejará su lugar en la acción a Fawn, una hada a la que los animales e insectos del mundo la pueden mucho más que cualquier indicación previa o norma que la regule.
En la película todo comienza cuando Fawn se topa por accidente con Groof, una misteriosa bestia con la que entablará un vínculo luego de quitarle una astilla de una de sus patas. A pesar de las indicaciones de dejar de relacionarse con seres que pueden atentar con la integridad de la aldea y el resto de las hadas, Fawn avanza con la bestia y detecta que esta se encuentra sumida en una tarea bastante particular: construye con piedras seleccionadas y saliva una especie de torres, que generan intriga en Fawn y sospechas en el resto del grupo.
Paralelamente a los encuentros, cada vez más frecuentes entre ellos, Nix, la líder de las hadas exploradoras, verá en la bestia a una terrible amenaza por lo que Fawn deberá mantenerla oculta sin exponerla al resto del grupo. Entre Groof y Fawn el vínculo será cada vez más fuerte, forjando una entrañable amistad, tal vez impensada para seres tan disimiles entre sí, y que si bien en una primera etapa del film la acción mostrará el intento del hada por relacionarse con la bestia, luego la película virará hacia una historia de protección en la que Fawn deberá arriesgar su propia seguridad con tal de evitar que el resto de las hadas, incluyendo a la reina Clarion, vean con malos ojos a su nuevo amigo.
Steve Loter apuesta a escenas vertiginosas en la exploración de lo oculto a través de aquellas torres que Groof crea y que serán el objeto de una misteriosa tormenta que acechará a la aldea y en la que se descargarán los rayos que de ella provienen. El dinamismo de los planos aéreos, sumado al constante ir y venir de las hadas, hacen que la utilización del 3D potencie cada intervención de las mismas. El diseño de la bestia, como así también algunos detalles en las vestimentas de los protagonistas (el vestido de la reina Clarion, por ejemplo), realzan y llenan de color una propuesta que si bien transcurre de manera simple y lineal, busca su identidad en cada escena.
Tinker Bell y la bestia de nunca jámas supera las expectativas puestas en este tipo de films con una historia de amistad a pesar de las diferencias y el empeño por respetar al otro.