Entretenimiento para niñas y poco más.
Sexta película de Tinker Bell, desprendimiento de la historia de Peter Pan creada por J. M. Barrie y dueña de una franquicia que parece no agotarse. La película del año 2008 fue la única verdaderamente clase A de toda la saga y aunque casi todos los títulos posteriores fueron directo a DVD en Estados Unidos, su país de origen, acá una vez más se intenta con el cine. Sin duda el mercado local permite que se tome esta decisión, dejando de lados tantos buenos films de animación que jamás veremos en la pantalla grande. Tinker Bell y la bestia del Nunca jamás no presenta ni el más mínimo atisbo de novedad ni parece tampoco buscarlo. Fawn, el hada de los animales, tiene con ellos una debilidad absoluta. Eso lleva a que por momento ponga en riesgo la paz de su tierra y sus amigas hadas. Pero a pesar de experiencias complicadas en el pasado, Fawn apuesta una vez más cuando se encuentra con una bestia que, a juzgar por su aspecto, es merecedor de las mayores precauciones. Esta bestia, que le debe algo a los personajes de Miyazaki y también tiene un aire (bastante, hay que decirlo) al gato Chesire de Alicia en el país de las maravillas, será cualquier cosa excepto una amenaza real. No es la búsqueda del film la de transgredir reglas o inquietar al espectador. Su target es claro y hacia el entretenimiento para niñas apunta esta película, como lo hicieron las anteriores. Pero aunque su estética es pobre y sus intenciones humildes, eso no significa que haya que conformarse con poco. Se pueden hacer películas como esta sin tener que ser tan rutinario y carente de encanto. Le falta muchísimo a Tinker Bell y la bestia del Nunca jamás para convertirse en un film valioso, aun cuando sus fans queden más que conformes. Ginnifer Goodwin, una de las protagonistas de la exitosa serie Once Upon a Time da la voz para para el personaje protagónico, aunque en la versión en castellano no la podamos escuchar. Una pequeña referencia al mundo de las hadas, que tanto en el cine más comercial como en estos productos de consumo hogareño, parece estar pasando por una primavera a la que se vislumbra larga y productiva, más allá de sus escasos méritos artísticos.