El tiro del final
La ópera prima de Nicolás Lidijover, Tiro de gracia (2013), es un retrato sobre la inseguridad pero abordado desde la visión de las cámaras de seguridad del lugar y con el foco puesto sobre la hipocresía social que rodea a un tema tan debatible.
La acción de Tiro de gracia se desarrolla durante un asalto con toma de rehenes a una cadena de farmacia y perfumería. Un joven entra a robar y ante la llegada de la policía toma por rehenes a todos los que están en el lugar. Pero lo que el film retrata, más allá del acto en cuestión, es que llevó a ese joven a cometer esa locura, y como la sociedad es cómplice de que situaciones como esas se den tan a menudo.
El hecho concreto, de esta ficción moderna, es narrado en su mayor parte a partir de la utilización de las cámaras de seguridad del lugar, que serán las que irán armando el relato y brindando los diferentes puntos de vista. Es decir, que de acuerdo a cómo se muestre cada escena se determinarán las conclusiones del caso. Así, a través de un montaje alternado en el tiempo y los diferentes espacios, que irá para adelante y hacia atrás permanentemente, se manipulará la opinión que se tenga, poniendo en el banquillo de los acusados tanto al captor como a sus rehenes.
Dos puntos debatibles del film son la pérdida del punto de vista y del realismo. Si el punto de vista elegido es el de las cámaras, tanto de seguridad como de la televisión, hace un poco de ruido cuando en determinadas situaciones se recurre a flashbacks donde no intervienen estas. En cuanto al segundo cuestionamiento, el debate se produce ante la decisión de contar el hecho en un tono realista que pierde su tono en el final "tarantinesco" elegido para la resolución del conflicto, que a pesar de no estar mal y ser impredecible no se condice con el tono elegido para narrar el resto de la historia. Dos puntos cuestionables para una película con ritmo, buenas actuaciones, original en su forma y que deja abierto el debate sobre las responsabilidades sociales en hechos como el que cuenta.