Hace cinco años Guillermo del Toro estrenó Titanes del Pacífico, sólido exponente del género fantástico y de ciencia ficción. El éxito comercial de aquel proyecto derivó en la inevitable secuela, ya sin el reciente ganador del premio Oscar en el guion ni la dirección. Si la ausencia del realizador mexicano podía generar algún resquemor o suspicacia, tras apreciar el resultado de esta segunda entrega de la saga la sensación es directamente de decepción y hasta de irritación.
Película sin mayores ideas, sin sorpresas y construido a partir de un guion elemental, Titanes del Pacífico: La insurrección parece confiar exclusivamente en el incesante despliegue de efectos (y estímulos) visuales para narrar los enfrentamientos entre gigantes (monstruos destructores y máquinas piloteadas por humanos) que parecen salidos de la saga de Transformers. Es cierto que el cine catástrofe siempre tiene sus atractivos (y aquí vemos cómo se destruyen ciudades como Sydney y Tokio), pero el director Steven S. DeKnight no se corre un centímetro del camino prefijado desde el manual más elemental.
Pese a los esfuerzos y la simpatía del protagonista John Boyega ( Star Wars) y a las múltiples referencias a la tradición asiáticas del género (Godzilla incluido), en La insurrección no hay espesor dramático en ninguno de los personajes ni posibilidad de empatizar con ellos y los supuestos momentos de "humor" son cualquier cosa menos graciosos.