Mezcla de Godzilla y Transformers, sin Guillermo Del Toro como director y sin los mismos protagonistas, Titanes del Pacífico: Insurrección llega luego de cinco años para contar la misma historia pero sin la fuerza ni la tensión de la versión original.
Ambientada diez años después, y con Steven S. DeKnight -Daredevil- detrás de cámara, la historia muestra que el planeta vuelve a correr peligro cuando es atacado por los Kaiju, una raza alienígena que emerge de una grieta. Y, claro, para enfrentarlos están los pilotos super entrenados de los Jaegers, los robots gigantes de guerra, que en esta ocasión comandan Pentecost -John Boyega-, que sigue el legado de su padre -Idris Elba en el filme anterior-, la joven Amara -Cailee Spaeny- y Nate Lambert -Scott Eastwood, hijo de Clint-.
Después de un buen comienzo durante el robo de piezas de repuesto a un robot en desuso, la trama ingresa en una meseta narrativa en la que sólo se aprecian los efectos visuales en detrimento de la progresión de la historia, la poca tensión que genera el relato y la superabundancia de CGI que desfilan por la pantalla grande.
Entre escenarios internacionales como Siberia y Tokyo, una base militar con un rígido entrenamiento y Newton, el científico que traiciona a los suyos, la producción hace gala de los enfrentamientos entre monstruos de metal y los Kaiju que parecen salidos de una película de terror japonesa de los años cincuenta. Todo narrado de manera reiterativa, policromática y monocorde que aporta confusión más que adrenalina a un relato que continúa durante los créditos finales y promete una tercera grieta...