La pelea entre los robots jaegars y los monstruos kaijus está de regreso en Titanes del Pacífico 2: La Insurrección, con Guillermo del Toro esta vez en la producción y Steven S. DeKnight que debuta en el cine después de su paso por series como Spartacus y Daredevil.
Pasaron diez años desde la primera parte y el mundo no ha tenido más ataques de kaijus. Cuando una nueva tecnología de drones parece que reemplazará a los pilotos en los robots jaegar, Mako (Rinko Kikuchi) llama a su medio hermano Jake Pentecost (John Boyega) hijo de Stacker (Idris Elba en la primera película). De a poco se irá revelando una conspiración que está decidida en acabar con la humanidad.
Guillermo del Toro abandonó el asiento de director para dedicarse enteramente a su proyecto La forma del agua (y sí que tomó la decisión correcta). Mientras que un primerizo en el cine Steven S. DeKnight se hizo cargo de la dirección y el guion.
Muchos esperaban que DeKnight incorporara su particular mirada sombría en los nuevos personajes o en su estilo visual, habiendo estado encargado de producciones para tv como Ángel, Spartacus o Daredevil pero Titanes del Pacífico 2: La Insurrección es todo lo contrario.
Mientras que el primer film era lo más cercano que los fans de animes como Evangelion iban a poder ver con tanta magnitud, su segunda parte se apoya en recursos ya vistos en decenas de películas y en su apartado visual, exceptuando algunas secuencias iniciales, se asemejan más a los robots de Michael Bay en Transformers.
La historia se esfuerza por introducir a Jake Pentecost, dejando algunas lagunas en la coherencia del universo creado. Y salvo algunas referencias, los sobrevivientes del primer film desaparecieron sin explicación, especialmente su protagonista Raleigh Becket que interpretó Charlie Hunnam.
Los personajes secundarios no tienen la misma construcción que había impuesto del Toro y la cinta presenta algunos personajes nuevos adolescentes que en poco tiempo ya pueden manejar esta alta tecnología. Con tan poca información, que se brinda en minutos, el espectador ya no se acuerda cómo se llama cada uno.
La banda sonora y los efectos sonoros eran un homenaje a los videojuegos y su música heavy metal. Aquí cumple sólo el rol de acompañamiento.