Después de haberse hecho un nombre en el género de la fantasía, era hora que Guillermo Del Toro probara suerte en el terreno de la ciencia ficción. En esta ocasión del toro se ha arriesgado con un híbrido que mezcla los dos subgéneros más populares del cine fantástico japonés - el kaiju eiga o cine de monstruos gigantes, y el mecha o cine de robots tripulados (que, a diferencia de los robots tradicionales, no son autómatas con decisión propia sino naves gigantes con forma de androide y comandadas por pilotos) -. En general estos rubros suelen quedar restringidos al espacio de culto reservado para unas minorías - sean como series animadas orientadas a un público infantil / adolescente o, bien, como un puñado de cintas lanzadas en DVD en el hemisferio occidental, y disponibles en negocios nerds de esos que suele frecuentar Sheldon Cooper -. El megaéxito de Transformers ha estimulado a la industria para que probara suerte con el género (e intentara sacarlo del gueto), con lo cual han aparecido una serie de títulos que siguen de cerca los pasos de los filmes de Michael Bay, sea Battleship, la inminente remake norteamericana de Godzilla y el título que ahora nos ocupa, el cual tiene un enfoque tan depurado que resulta accesible tanto para el público en general como para el fanático especialista en el rubro.
Lo primero a tener en cuenta es que la historia no resiste en lo más mínimo un análisis pormenorizado.¿Grietas dimensionales en el Océano Pacífico? ¿Razas alienígenas que piensan invadir la Tierra clonando monstruos de miles de toneladas de peso y lanzándolos sobre el planeta como si fueran una horda de Dobermans rabiosos?. Hasta la idea de los robots gigantes es absurda - moles descomunales plantadas en dos piernas de escasa estabilidad, y pensadas para pelearse a trompada limpia, como si los puños fueran mas efectivos que un misil, amén de que todas estas peleas siempre culminan con en el uso de algun arma superpoderosa por parte del androide; ¿Por qué no construir directamente un cañon volador (como el Super X de la saga Godzilla) y ahorrarse el costo y la complicada ingeniería de las partes móviles? -; pero la razón para todo esto es bien sencilla: el espectáculo. ¿De qué otro modo habríamos tolerado la idea idiota de razas robots transformables, capaces de convertirse en un Fiat 600?
Entonces hay que tomarlo por lo que es: un espectáculo juvenil que Del Toro ha pulido para que le resulte digerible para los adultos. Ciertamente Del Toro tiene material de sobra para inspirarse - que van desde los combates de Godzilla contra Mechagodzilla, hasta toda la saga de Evangelion, de la cual Pacific Rim toma una gran cantidad de ideas, como la atormentada vida de los pilotos y la letal llegada de ángeles / kaijus a arrasar las ciudades - y el resultado final es notable, aunque carece de originalidad ante el ojo del experto. Quizas el mejor condimento que Del Toro agrega de su pecunio sea el estilo de las peleas y el énfasis en el drama personal de los protagonistas. Los combates son espectaculares - en especial la batalla de Hong Kong, la cual puede poner tranquilamente de rodillas al climax de El Hombre de Acero - y son un delicioso homenaje a los kaiju eiga que nos quitaban el sueño en nuestra juventud (en especial la saga moderna de Gamera, ya que los bichos se parecen a Gyaos y el resto de sus parientes que pululaban en los filmes de la Daiei; ¿así será la version norteamericana de Godzilla?); y, por el otro lado tenemos el melodrama típico de que abunda en el género mecha - con tipos llorando por los rincones y deseando vengarse de algún monstruo gigante, los problemas de adaptación con el nuevo piloto y la nueva máquina, o la misión desesperada que debe emprenderse en el último momento de libertad de la humanidad -. Quizas el detalle pase porque Titanes del Pacífico se toma una hora en volverse interesante - recién cuando empardan a Beckett con la asiática Mako Mori (al fin se acordaron que éste es un género japonés e incluyeron a un oriental en los protagónicos!) el relato adquiere substancia -. Y mientras que Charlie Hunnam (Beckett) está ok como el héroe, los verdaderos ladrones de escenas son Idris Elba (el comandante del proyecto) y Rinko Kikuchi (como la japonesa que quiere irle a la yugular de un kaiju debido a haber perdido su familia a manos de los monstruos). La secuencia de la infancia de Kikuchi - presenciando un horrendo ataque kaiju en su Tokio natal - es de un lirismo formidable. Ella y Elba poseen una conexión tan potente (y códigos de conducta tan personales), que terminan por ensombrecer a Hunnam en cada una de las escenas que comparten. Por otra parte Del Toro se da el lujo de poner dos comic relief - la dupla de cientificos ególatras - que son muy propios del género, de tiras tales como Mazinger Z o Tetsujin 28 - eso no significa que sean festejables en su totalidad, pero demuestra el conocimiento del mexicano sobre las particularidades del rubro -. Y si le sumamos a esto la hilarante participación del siempre delicioso Ron Perlman, tendremos todo el postre servido.
Titanes del Pacífico es algo dispar y no recorre ningun camino nuevo pero, cuando llega a algún momento álgido de la historia, la inspiración de Del Toro nos hace olvidar de todos sus defectos. Es un gran espectáculo y un buen filme, en el cual triunfa el estilo por encima de la lógica de la premisa.
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