Titanes del Pacífico

Crítica de Felipe Quiroga - CiNerd

MONSTRUOFILIA

Como si fueran los muñecos de sus animés y films favoritos, Guillermo del Toro hace chocar a los gigantescos Jaegers contra los Kaijus en TITANES DEL PACÍFICO (PACIFIC RIM, 2013), una película a la que el adjetivo de “inmensa” le queda bastante bien. Pero hay una diferencia con otras superproducciones épico-computarizadas: Del Toro no filma como si se tratara de una publicidad de los juguetes que te van a vender a la salida; esto es más como una invitación a una sesión de juegos con figuras de acción artesanales, fabricadas con pasión. Desde lo narrativo, claro, se percibe el ADN mecha y de todos los monstruos gigantes japoneses con los que Del Toro soñó siendo un niño. Hay, así, un grupo de defensa internacional que se forma para detener a las bestias extraterrestres que son paridas por una grieta interdimensional en el fondo del océano Pacífico. Las herramientas de la humanidad para parar la invasión son unos robots de combate tan altos como edificios. Para pilotearlos, se requiere de dos personas que deben establecer una fuerte conexión neurológica, llegando al punto de poder “ver” los recuerdos y pensamientos del compañero: teniendo en cuenta esta unión tan fuerte que se produce, imagínense el trauma que siente Raleigh Becket (Charlie Hunnam) cuando pierde a su hermano Yancy en plena batalla. Tras esta situación, el piloto abandona la guerra contra los Kaiju, hasta que tiempo después vuelve a ser convocado para ser parte de una misión con la que se planea dar el ataque definitivo.
Me gusta imaginar que, en su infancia, Del Toro no se parecía a los chicos de su edad: mientras los otros temían a los monstruos que habitaban en armarios o bajo las camas, él esperaba ansioso la llegada de la noche para tratar de ver a estos seres de la oscuridad e incluso para hacerse amigo de ellos. No es ninguna novedad que el cineasta mexicano ama a las criaturas diferentes, anormales: ya lo demostró en HELLBOY (2004) y en su secuela, y en la genial EL LABERINTO DEL FAUNO (2006), pero a diferencia de éstas, su nueva obra parece ir un kilométrico paso más allá en cuanto a lo visual gracias al uso de los efectos especiales y el 3D: la masividad de esta danza de toneladas de metal y rugidos alienígenas que es TITANES DEL PACÍFICO impacta como un inesperado rocketto-punch mazingeresco. Hollywood ha llegado a cansarnos con imágenes de ciudades convertidas en escenarios de batallas, y pensábamos que ya lo habíamos visto todo. En ese sentido, el film de Del Toro logra asombrar desde lo visual al realizar un cambio simple: las luchas se ambientan en escenarios nocturnos, alumbrando todo con coloridas luces de neón y relámpagos, o llevando la acción a la superficie de mares embravecidos o las profundidades del océano. Los combates están llenos de momentos que parecen ser puro fan-service, como la escena en que un Jaeger utiliza un barco como arma (¡!), pero el resultado es totalmente orgánico: además de ser director, co-guionista y productor, Del Toro es fan de su propia película.
En un mundo en guerra, Del Toro define sabiamente a sus personajes por sus tragedias: tanto Raleigh, como la japonesa Mako Mori (Rinko Kikuchi), aún llevan las esquirlas del sufrimiento causado por los ataques de los Kaiju. A lo largo de la película, ambos deberán aprender a pilotear (je) su dolor e impedir que sus sentimientos afecten su rol en la operación militar en la que participan. Ellos dos y Pentecost (Idris Elba) son los personajes mejor desarrollados. El resto simplemente están como mecanismos de la trama o, como en el caso de los científicos nerds, para generar algunos momentos humorísticos. Hay un personaje que no aporta demasiado (y lo mismo se puede decir de la sub-trama en la que aparece) pero es totalmente genial de ver: el Hannibal Chau de Ron Perlman, con su vestimenta exagerada y su bizarra ocupación (traficante de órganos de Kaiju), es una delirante caricatura que debería haber tenido mayor participación. Ah, y atentos al cameo de Santiago "Torrente" Segura.
Con un importante desarrollo de mitología e historia de fondo (sólo la introducción ya da para una película), llaman la atención algunas pequeñas flaquezas en el guión: a la ya mencionada sub-trama del adriansuaresco Dr. Geiszler (Charlie Day), podría agregarse el plan definitivo contra los Kaiju. O sea, (¡CUIDADO, SPOILER! SELECCIONÁ CON EL MOUSE PARA LEER) ¿qué le pasa a Hollywood que últimamente quiere solucionar todo con bombas nucleares? Lo hicieron en LOS VENGADORES (THE AVENGERS, 2012) y en BATMAN: EL CABALLERO DE LA NOCHE ASCIENDE (THE DARK KNIGHT RISES, 2012) y la verdad que es un recurso que se está volviendo trillado (FIN DE SPOILER). Sin embargo, el film compensa esas debilidades argumentales con las secuencias de acción y efectos especiales más impactantes e ingeniosas en lo que va del año, además de un brillante diseño de escenarios, robots y criaturas. Pero lo más importante de todo está en la misma esencia de la película y es lo que la hace tan valiosa: TITANES DEL PACÍFICO es un cuento contado por un niño que creció pero que, por suerte, nunca dejó de soñar con monstruos.