La gran sorpresa
No pensaba ver Titanes del Pacífico. La palabra titán, que no está en el título en inglés, me alejaba. También me alejaba el afiche, por lo menos el primero que vi, que parecía querer vender una Transformers o algo por el estilo. Ni sabía de quién era la película. Después supe que era de Guillermo Del Toro. Y empecé a leer algunos comentarios a favor así que fui a verla en la tercera función privada del día lunes, cansado y con hambre. Pero esos pequeños detalles quedaron pulverizados ante una película como Titanes del Pacífico, verdadero cine-proeza.
1. Del Toro mezcla una gran cantidad de elementos sin encadenarse a nada (como lo había hecho Baz Luhrmann en Moulin Rouge!): sí, claro que están Godzilla y la tradición de monstruos japoneses y su gigantismo y decenas de elementos más. Pero Del Toro no es un citador, ni un reciclador autómata, es alguien que se inscribe en las tradiciones que elige y lo hace con un conocimiento y un amor descomunales. Del Toro quiere llevarnos otra vez a creer en el cine de aventuras, en las peleas de monstruos y robots con corazón humano (casi literalmente), en la ciencia ficción con la imaginación a pleno.
2. El comienzo de Titanes del Pacífico ya promete: se cuenta muy brevemente cómo fue que la humanidad se vio atacada y seriamente amenazada por unos monstruos (kaijus) feísimos provenientes del Océano Pacífico. La irrupción de estas bestias se presenta en segundos, como un dato. Del Toro apuesta fuerte, y nos dice que va a desperdiciar esa potencia espectacular porque tiene mucho más. Es como si un goleador se negara a convertir un penal en el minuto 1 porque tiene más y mejores goles para ofrecer. Suele ser verdad esta fórmula en el cine: cuando dentro de una película está el germen, la potencia para desarrollar otra película se está ante un relato de especial riqueza (como pasaba en El desencanto con la historia del sepulturero que, jubilado, había decidido viajar por el mundo para ver la moda de los cementerios) Y sí, Del toro tiene mucho más. Tiene tanto más que las más de dos horas habituales en un tanque actual no se sienten como mandato de época sino que incluso nos dejan con ganas de más: de más andanzas del dúo científico, de más pruebas de la química entre la pareja interracial, de más frases secas del negro jefe, de más peleas entre los robots y los bichos feos, de más ciudades atacadas, de más lluvia constante.
3. Que en una película de súper acción de las actuales pidamos más acción y no que recorten el barullo es uno de los grandes méritos de la película de Del Toro, y el motivo principal es algo muy básico y que en mucho cine –kilombo que se hizo desde la mitad de os noventa se olvidó: el cine es el arte ideal para ver grandes batallas, pero deben cumplir con la condición fundamental de ser comprensibles. Robots gigantes peleando contra monstruos proteicos y de formas rarísimas. ¡Y se entiende el movimiento! Hay un antecedente de Del Toro en todo esto, y fue una película a la que no se le dio la importancia merecida. Una secuela, para peor: Blade II, con un actor, Wesley Snipes, que estaba en la cima pero cerca de iniciar la decadencia que lo llevaría al directo a video y hasta a la cárcel. Bueno, de Blade II escribí esto hace más de 10 años: “El Toro y sus vampiros. O el toro y los vampiros del cómic y de Hollywood. Una combinación animal, una secuela multicortada en planos filosos y pegados con un supremo sentido del movimiento.” Ese sentido del movimiento, ese sentido del montaje, era la capacidad de hacer comprensible cualquier pelea, por más complicada y veloz que fuera. Uno de los dos montajistas de Titanes del Pacífico es Peter Amundson, montajista de Blade II.
4. Titanes del Pacífico es una película que trasmite una enorme felicidad, la felicidad de estar seguro de divertir con las armas más nobles, con sentido de la aventura, con la capacidad de hacer simple lo aparentemente complicado (la fusión mental, su explicación sencilla, su necesidad dramática, incluso la posibilidad de algún chiste sobre el asunto, es toda una lección para El origen de Nolan). Titanes del Pacífico plantea la idea de disfrazarse de algo gigantesco para pelear contra el mal porque entiende las máscaras, los géneros, el juego, la diversión. Y el elogio final debería ser, sin más vueltas, ¡qué ganas de verla otra vez!