Guillermo Del Toro apostó a lo grande, pero sin olvidarse de las personas pequeñas.
Las expectativas alrededor de Titanes del Pacífico (Pacific Rim, 2013) eran tan enormes como un Kaiju salido del fondo del mar, y a fuerza de creatividad, buenas actuaciones, excelente dirección y un brillante 3D, logró superar todos y cada uno de los prejuicios (de los buenos, claro) que teníamos antes de sentarnos a ver este espectáculo que tiene las dósis justas de drama, comedia y acción.
La película comienza contándonos cómo comenzaron las invasiones Kaiju. Estos monstruos gigantes proceden de otra dimensión, y encontraron una brecha para pasar a través de un portal en el fondo del océano pacífico. Así, comenzaron a venir, primero cada tanto, y luego cada vez más seguido. Ante esto, la humanidad debió plantearse un nuevo plan y, como dice el slogan de la película, para luchar contra monstruos debieron crear monstruos.
Así nacieron los Jaegers, moles metálicas con reactores nucleares que deben ser piloteadas por dos personas, cuyas mentes deben unirse y formar una, ya que el link mental entre solo un individuo y un piloto puede ser mortal. Así, los pilotos de los Jaegers deben moverse en perfecta sincronía y tener sus conciencias unificadas.
Las victorias comenzaron a acumularse, y tanto los pilotos como los robots se convirtieron en personajes diarios, casi en estrellas de rock. El entretenimiento frivolizó la batalla por la humanidad, pero la humanidad seguía presentando batalla.
En este contexto conocemos a Raleigh Becket (Charlie Hunnam) un ex piloto de Jaeger venido a menos luego de un enfrentamiento con un Kaiju que terminó de la peor manera: con su hermano, su copiloto, muerto. Él ahora trabaja en el muro, un nuevo intento de contención de los gobiernos contra los montruos, pero pronto van a necesitarlo, y va a ser el mismísimo Stacker Pentecost (Idris Elba), el líder del proyecto Jaeger el que va a buscarlo. Por supuesto, el renegado al principio se niega, pero finalmente volverá a pilotear a su querido Gipsy Danger, reconstruído luego de la catástrofe que sufriera con su hermano. Lamentablemente, no tiene copiloto, y aunque la mano derecha de Pentecost, Mako (Rinko Kikuchi) muera por pilotear, la historia entre el líder y la jovencita es demasiado profunda para que el jefe le de la autorización.
Mientras tanto, los ataques se suceden, y cada vez con más periodicidad. La brecha parece estar creciendo, y en poco tiempo, el mundo podría estar poblado de Kaijus. Las cosas se ponen críticas, y es ahí en donde comienzan a surgir los héroes.
Porque, a diferencia de prácticamente todas las películas de la actualidad, los heroes son los hombres. Los Jaegers no son más que herramientas que se manejan directamente con nuestras mentes. Estos hombres nos preocupan, nos interesan y nos hacen confiar en que la humanidad si tendrá una salvación. Tienen convicciones y no es necesario que las griten para que las entendamos. Son, en definitiva, personas, y ese es sin duda el mayor logro de Guillermo Del Toro: Que personas que podemos ver todos los días nos interesen más que moles de acero caminando por el mar.
Pero, ojo, que la parte de las moles de acero también es increíble. Visualmente, Titanes del Pacífico da un nuevo paso en la revolución 3D que comenzara Avatar. Sus profundidades y texturas tienen sentido en 3D, al igual que los planos que Del Toro cuidadosamente eligió. Esta película está hecha para este formato, y verla en cualquier otro sería casi un crímen.
Posiblemente este sea el gran comienzo de la carrera de Guillermo Del Toro. Si, ya se, todos lo conocemos, pero esta es sin duda la película más grande que hizo, y la hizo sin olvidarse de quién es, de sus raíces y de su estilo. Eligió un elenco sin grandes estrellas y lo elevó al máximo gracias a un guión escrito con maestría. La película tiene un solo punto flojo, y es hacia el final, por lo tanto prefiero no marcarlo. Por lo demás, Titanes del Pacífico es, hasta el momento, la gran superproducción del año.