Gigantes de hierro contra Lovecraft
Monstruos marinos gigantes contra robots gigantes. Una premisa tal podría ser excusa sin sentido para muchas películas; entre ellas, claro, Transformers o cosa parecida. Pero acá se trata, por suerte, de Guillermo del Toro. Y si Del Toro tiene ganas de algo semejante, entonces, a rememorar las viejas series televisivas japonesas, las películas de Godzilla o afines, y a agarrarse.
¿Sobre qué es Titanes del Pacífico? Sobre monstruos marinos gigantes contra robots gigantes, claro que sí. Pero por fuera del militarismo fascinado de cualquier Transformer, más cerca del cine de matiné y acorde, por eso, con el espectador fascinado que es todo niño. Porque sólo en este tipo de imaginación podría funcionar la colaboración humana y tecnológica total para enfrentar la amenaza que surge desde el fondo del mar.
De esta manera, parejas de pilotos se enlazan mentalmente desde el cerebro de gigantes de hierro para combatir, a puño limpio, con misiles y armas varias, las criaturas extraordinarias que prometen conquistar el planeta. Efectos digitales deslumbrantes para recrear un clima que tiene entre mucho más de Ultraman, Mazinger Z, Evangelion, y para el recuerdo de este cronista, la iconografía de algunos de los muchos cómics británicos de los '70 de la legendaria 2000 AD.
Pero también y sobre todo, Titanes del Pacífico es reelaboración desde una mirada, una poética que corresponde ya de modo indeleble a su realizador. Por eso, los monstruos marinos son imposibles seres que evocan la gomaespuma contra la que peleaba Godzilla, pero también hermanos cercanos o lejanos de los que vienen ya poblando las muchas historias de Del Toro. Con Lovecraft, eso sí, como eje fundante. En este sentido, la raigambre lovecraftiana viene en ayuda mitológica, dando motivo a las desgracias así como consistencia a los temores que suscitan.
La tecnología, como es costumbre en el cine de Del Toro, aparece como una mezcla indecisa, en donde lo digital predomina pero con pequeños detalles de laboratorio de un científico loco. Con mucho de hierro herrumbrado y, por eso, humano. Acá hay una paradoja que la película asume, al ser prácticamente una animación digital que, sin embargo, no deja de exponer virtudes argumentales en defensa del viejo esquema analógico. Con esto, justamente, tendrá algo que ver el mayor y más viejo de los robots, cuyos protagonistas habrán de tener, cada uno, una historia personal que cargar y, dado el riesgo, también compartir.