Durante mucho tiempo odié Titanic.
A tal punto que esta semana volví a verla por segunda vez después de 15 años.
La molestia no pasaba por la película en sí, que desde lo estrictamente cinematográfico es increíble, sino por los recuerdos de lo que fue ver esto en 1997.
En ese momento, cuando se conoció por primera vez, era muy, pero muy complicado encontrar una función donde exhibieran Titanic y no hubiera un grupo de infradotadas, que gritaban como ninfómanas en celo, cada vez que había un primero plano a Leonardo DiCaprio.
Parecía que uno hubiera ido a un recital de Luis Miguel en lugar de ver una película.
La manía DiCaprio fue realmente impresionante aquel año y era muy difícil conectarse con la historia con tantas adolescentes que gritaban como desaforadas por cualquier estupidez. Si a eso le sumamos el vomitivo tema (la propia Kate Winslet coincide con esto y la banco en sus recientes declaraciones) empalagoso de Celine Dion que sonó hasta el hartazgo en todas partes, uno podría encontrar motivos de sobra para odiar Titanic.
Con este reestreno tuve una revancha y finalmente me reconcilié con esta película al poder disfrutarla como se debe.
La verdad que Titanic es mucho más que una película pochoclera hollywoodense; es una experiencia.
James Cameron no es un guionista brillante y el modo de encarar el romance en todos sus filmes tiende a ser bastante burdo y predecible, pero como narrador y productor hay que reconocerle que es un genio. No todo el mundo puede emprender proyectos de esta magnitud con la calidad artística que tienen los trabajos de este tipo.
Decir que Titanic es una experiencia no es una exageración porque la gran virtud de este film es que como espectador te lleva a vivir lo que pudo haber sido estar en el medio de esa catástrofe.
Durante el desarrollo de la trama estás ahí en el barco y lo recorrés por completo hasta que se hunde. Cuando los protagonistas abordan el Titanic vos subís con ellos.
Por más que la hayas visto 200 veces desde su estreno y puedas citar diálogos de la historia de memoria, recomiendo verla otra vez en la pantalla grande porque el soberbio trabajo que hicieron con la conversión en tres dimensiones intensificó por completo la experiencia de la película.
O sea, el 3D en este caso está al mismo nivel de lo que se vio en Avatar y desde los créditos iniciales te dejan con la boca abierta. El trabajo que hicieron con la conversión es excelente y por ejemplo la escena en que aparece el iceberg frente del barco ahora es absolutamente impresionante.
También permitió un lucimiento de todos los detalles que tienen que ver con la reconstrucción histórica del buque que es soberbia y en este formato esto se disfruta mucho más.
No deja de ser interesante también como algunas escenas que en 1997 parecían totalmente realistas hoy quedan un poco anticuadas porque se nota el trabajo de la animación digital que permanece en constante evolución.
Cabe destacar que esta nueva versión que llega a los cines incluye algunos retoques digitales (ver Dato Loco) que le hicieron al film, especialmente a una escena, pero en general son imposibles de identificar.
Sí, son 194 minutos y esta vez (por suerte) no hay intervalo como en el ´97, pero la verdad que está tan bien llevada la narración que podés engancharte con la historia sin que la duración sea una molestia.
En fin, el regreso de Titanic es una gran oportunidad para volver a disfrutar de este clásico como se debe, que es una pantalla de cine.
Hugo Zapata
EL DATO LOCO: Un maravilloso ejemplo que retrata en James Cameron la enfermedad obsesiva por los detalles y también la pasión que tiene por su trabajo.
El cambio más importante que presenta la nueva versión de Titanic (esto no es broma) son las posiciones de las estrellas en el cielo durante el momento de la tragedia.
Esto se produjo a raíz de la crítica que le hizo al film el astrónomo Neil de Grasse Tyson (otro lunático), quien cuestionó la posición de las estrellas en las escenas finales del hundimiento.
“Entonces le dije a de Grasse Tyson, está bien hijo de puta, envíame la posición exacta de las estrellas del 15 de abril de 1912, a las 4: 15 a.m. que las cambio en la película y esa es la única escena que se modificó”, expresó hace unos días Cameron a la revista inglesa Culture, donde confirmó este delirio.