Tetsuo Lumiere es ya un director de culto. Con un solo largometraje previo y una perseverancia militante en el complejo entramado del cine argentino, el hombre llegó a la competencia oficial del festival de Mar del Plata con un trabajo prolijo y uniforme. TL-2 (Tetsuo Lumiere 2, por si hace falta aclarar) relata el derrotero casi autobiográfico de su alterego, quien busca productores para una película que parece nunca poder ser terminada.
El film es, entre otras cosas, la constatación de que su director es quien mejor maneja los códigos, pelos y señales del cine mudo dentro de las fronteras argentinas. La película es en si apócrifamente documental, aunque incluye momentos de ficción al viejo estilo, con los fotogramas por segundo necesarios como para aplicar dentro del formato silente y con un estilo que recala con plena certeza en la slapstick del enorme Buster Keaton. Por otro lado, el bienvenido delirio general de la puesta, sumado a la brillantez de gran parte de los gags y la exactitud del homenaje retro conforman un trabajo imperdible para cualquier cinéfilo atento a los guiños.
Y cuidado con el Tetsuo intérprete, todo un hallazgo hasta ahora no del todo explorado.