Yo soy Papá Noel
La nueva película de Néstor Frenkel es una comedia cercana al homenaje acerca de los personajes que portan el disfraz de Santa, en la anual recreación del imaginario navideño en pleno verano.
Con esa premisa, Frenkel realiza un “casting de Santas”, por el que desfilan un sin número de personajes de distintas índoles explicando sus motivos para, en todos los diciembres, convertirse en Papá Noel.
Todo el año es Navidad (2018) presenta la farsa navideña con encanto, esquivando el tono delator de Los ganadores (2016) para hacer un sentido homenaje a estos personajes que ponen sus motivos sobre la mesa.
La comedia se desprende de los distintos relatos, haciendo foco en los estrafalarios. Hay un Papá Noel nórdico que se cree un señor inglés “Me llaman para hacer de Quijote o caballero medieval”. Otro que asegura que su mandato navideño surge de un encuentro cercano con duendes en el sur (¿?), mientras que la mayoría acusan a su físic-du-rol su razón de ser.
Además de los diversos relatos, Frenkel utiliza una película del período clásico argentino sobre la Navidad para abrir su film, y como separadores entre personajes, contrasta un Papá Noel en su habitual traje rojo caminado por una Buenos Aires blanco y negro.
La gran diferencia es que en esta oportunidad el director de El gran simulador (2013) no filma personas como si fueran personajes, sino personajes que son conscientes de serlo. La representación es siempre evidente (el casting, las luces, el set) y los personajes se prestan a ella. En todo caso, si hay algo que se desenmascara es “el mito navideño” recreado al modo invernal en pleno verano por la sociedad de consumo argentina.
Todo el año es Navidad es una película que no molesta pero tampoco se destaca. Y aunque se vuelva reiterativa en su segunda mitad sirve para pasar un buen rato y compartir con el extrañado ojo con que Néstor Frenkel observa a la sociedad argentina, los tópicos navideños.