El director de Buscando a Reynols, Construcción de una ciudad, Amateur, El mercado y El gran simulador continúa indagando en universos reconocibles a la vez que extraños para cualquier ciudadano de a pie. Así como en su película inmediatamente anterior, Los ganadores, exploraba el enorme submundo detrás de las premiaciones, ahora el ojo curioso de Frenkel focaliza en quienes dedican todos los diciembres a vestirse de Papá Noel.
Todo el año es Navidad se estructura a través del seguimiento de una docena de hombres de orígenes muy disímiles: está desde el que vive de entrenamientos de defensa personal y fue un avezado luchador grecorromano hasta un ferretero y un artesano, pasando por un dirigente social perseguido durante la época de la Triple A y otro cuya misión en el mundo es, afirma, difundir a los duendes. A todos ellos acompaña en sus rutinas diarias y los entrevista… envueltos en el clásico traje rojo.
Porque en común tienen el haber encontrado en sus parecidos físicos con Papá Noel no sólo una salida laboral estacional, sino también una forma de ver el mundo. En ese sentido, y más allá de una mayor o menor pasión por el trabajo, todos coinciden en que no hay retribución más grande que la alegría de un chico ante la figura del oriundo del Polo Norte.
Quizá sea esa motivación noble, profundamente genuina, la que convierte a Todo el año es navidad en la película más amable y menos incómoda de la filmografía de Frenkel. Sucede que si el director suele apelar a un humor que brota en el finísimo límite que separa el reírse “de” sus protagonistas y reírse “con” ellos, aquí se desplaza hacia la segunda opción. Los “Papá Noeles” son conscientes de la propuesta del film y se prestan al juego con espíritu lúdico. El mismo espíritu que los mueve a pasarse largas horas sudando la gota gorda envueltos en un traje de invierno en pleno verano.