Néstor Frenkel tiene una larga trayectoria dentro del cine documental y todos aquellos que hayan visto "El gran simulador", "El Mercado" , "Construcción de una ciudad" o la reciente "Los Ganadores", sólo para mencionar algunos ejemplos, saben perfectamente de su particular mirada sobre la realidad.
Frenkel tiene el ojo perfectamente entrenado, sagaz e inteligente, para ir encontrando historias novedosas y pintorescos personajes, allí donde no cualquier otro cineasta podría ubicarlos tan exitosamente.
Así como Raúl Rossi en el clásico de los ´60 hacía realidad el hecho de que Papa Noel bajara a la tierra, en “TODO EL AÑO ES NAVIDAD”, Frenkel sale en busca de todos aquellos Santa Claus que conviven en nuestra ciudad y que durante todo el mes de Diciembre de cada año, pueblan los shoppings, los desfiles, los sorteos y los eventos comerciales en donde este entrañable personaje se hace presente.
Y, después de un riguroso trabajo de casting, conoceremos un poco más en profundidad de la historia de cada uno los que aseguran, sin la menor duda, ser el "verdadero" Papa Noel.
Mediante un esquema de entrevistas y fragmentos de sus historias personales, iremos conociendo más datos sobre sus vidas, sus familias, sus ocupaciones, de qué trabajan durante el resto del año, sus sueños, sus anhelos: Frenkel los humaniza y hace que de un mundo de ilusión, pasen a tener vida propia, más allá del disfraz.
Tienen en común, todos los elementos típicos de la figura icónica navideña.
Los une el cabello y la barba blanca (hay uno de ellos que tiene un riguroso trabajo de horas de peluquería para mantenerla impecablemente blanca), el traje rojo, la panza, la bolsa llena de regalos.
Pero se diferencian, y he ahí quizás el rasgo más interesante, por sus historias de vida tan heterogéneas. Desde los que están más emparentados con el mundo de la publicidad, hasta el que vende en las ferias artesanales los Papá Noel de cerámica de todo tipo –“el más exitoso es el Papá Noel con mate”, subraya-, pasando por el que es plomero y devino en masajista cuando fue a hacer un trabajo de plomería a un instituto en donde daban clases de masajes.
Cada uno de ellos tendrá una particularidad que le permita ser singular y diferente frente a los otros barbudos. Algunos son más mundanos (uno de ellos se dedica a llamar año tras año a algunos chicos con los que continúa el contacto), otros son más excéntricos (uno de ellos hace estatuismo –aunque no le parece bien llevarlo a Santa Claus como personaje- y otro ha representado a Papá Noel, a Dios, al Quijote y a un caballero medieval sin solución de continuidad y ha ganado premios internacionales con nuevos proyectos en el exterior).
Cada uno de ellos tendrá su posibilidad de lucimiento frente a esa cámara que los despoja, los humaniza, y los describe a través del humor -a veces completamente poco complaciente-, en sus propias realidades.
Y como si esto fuese poco, llega a dar con el empresario que provee, distribuye y “regentea” a los Papá Noel por la ciudad, quienes previamente al inicio de la temporada se reúnen y comparten anécdotas laborales, además de darles la bienvenida y el consiguiente “coaching” a los recién llegados que irán forjando experiencia a través de los futuros Diciembres, como un gran grupo de autoayuda navideño.
Frenkel logra, una vez más, marcar la diferencia respecto de cualquier otro documentalista.
Encuentra, tal como es su estilo, una propuesta completamente novedosa y a través de su particular sentido del humor, logra atravesarla con una mirada que jamás queda exenta de esa ironía que lo caracteriza. Les brinda a sus protagonistas, aquellos quince minutos de fama de los que hablaba Andy Warhol –o un poco más todavía- y a cambio, logra encontrar en cada uno de ellos, una total entrega con la que se enriquece el documental.
Sabe poner el ojo en cada detalle, esa mirada inquieta que todo lo ve y todo lo registra.
Y es así como en un momento logra imaginar una Buenos Aires invadida por Santa Claus y Papá Noel en todas partes, en uno de los fragmentos más lúdicos del filme. Si bien el "humor Frenkel" está sobrevolando todos sus trabajos, particularmente en el caso de “TODO EL AÑO ES NAVIDAD”, los protagonistas, esos actores- Papá Noel, traen consigo cierta melancolía.
Esa tristeza se ve plasmada en el hecho de que durante el mes de Diciembre se enciende una intensa felicidad dentro de sus vidas, para apagarse –al menos un poco- durante los restantes once meses del año en donde dejan el personaje (aunque podríamos plantearnos si es que alguna vez logran efectivamente dejarlo…) y regresan a sus vidas.
Esa melancolía subyacente con la que se deconstruye el mito navideño, nos deja un sabor semiamargo, pero rápidamente Frenkel hará maravillas con su material: lo recicla, lo reanima y nos invita a encontrar cada vez más Papá Noel(es) en cada rincón de nuestra ciudad.
Simpático, correcto y divertido, "TODO EL AÑO ES NAVIDAD" nos presenta un lado “b”, un detrás de la escena navideña, nutrida por esos pintorescos personajes que se esconden detrás de una barba blanca, bien blanca, gorro con pompón y el típico "jo jo jo" que los hace únicos.