Todo el dinero del mundo (All the Money in the World, 2017) está basada en hechos reales: en 1973 uno de los hombres más ricos del mundo rehusó reiteradamente pagar el rescate de su nieto. El dato es tan increíble que la historia se vende sola.
La película fue dirigida por Ridley Scott y escrita por David Scarpa. Dramatiza los sucesos entorno al secuestro de John Paul Getty III, nieto del multimillonario petrolero J. Paul Getty. Inmediatamente el conflicto es atractivo porque está forzado por dos extremos: los secuestradores rehúsan devolver al chico, y su abuelo rehúsa pagar por él. Ambas posiciones son implacables. En medio se encuentra la madre del chico (Michelle Williams), desesperada por conmover a su suegro o en su defecto negociar con él.
¿Por qué no pagaría el hombre más rico del mundo el equivalente a una propina por la vida de su nieto? La primera parte de la película provee una serie de vistazos a su persona que humanizan a Getty lo suficiente como para no quedar en una simple caricatura de la avaricia capitalista. Interpretado por un excelente Christopher Plummer, Getty parece querer genuinamente a su familia (aunque sea por una cuestión de orgullo dinástico) pero su patología lo obliga a negociar el precio de todo, ya sea un Vermeer o la vida de su nieto. Realmente parece incapaz de comprender otra moral.
La historia alterna entre tres líneas narrativas. La más interesante concierne a Getty, la bestia exótica de la trama. La película no se cansa de inventar formas entretenidas para que el personaje demuestre su opulencia y contraste la mezquindad con la que desestima el secuestro de su nieto. Getty es el tipo de millonario capaz de instalar una cabina telefónica en medio de su fastuosa Xanadu y cobrarle al que quiera hacer una llamada (su mayordomo vende bolsitas con cambio). La caricatura saborearía la humillación del huésped; la versión de Plummer está orgullosa de su responsabilidad fiscal.
Los otros dos tercios de la película son menos llamativos y responden a las necesidades de cualquier otro thriller criminal. Se muestran escenas del cautiverio del joven Getty (Charlie Plummer) y sus secuestradores en la recóndita campiña italiana; Getty va perdiendo valor día a día y sus secuestradores la paciencia. Uno de ellos, Cinquanta (Romain Duris), sufre una especie de Síndrome de Estocolmo a la inversa y comienza a velar por el chico. Son escenas reglamentarias pero están bien actuadas (Duris en el papel de malandra simpático probablemente sea la mejor parte de la película después de Plummer) y Ridley Scott las imbuye de una perversión implícita que recuerda a la de Hannibal (2001). Al director le gusta imaginar Italia como un sitio siniestro que opera bajo leyes oscuras y confusas.
Por otra parte la trama sigue los pasos errantes de la madre del chico y su aliado, un ex CIA y negociador profesional interpretado por Mark Wahlberg. Williams está muy bien como una madre a la vez empedernida y vulnerable; Wahlberg no deja impresión. Su actuación es blanda y su papel es banal, el tipo de figura heroica y moralizante que un estudio inventaría para su película por desconfianza o superstición.
El resultado es un thriller criminal e histórico entretenido, aunque la película jamás se vuelve más fascinante que cuando se centra en la figura de Getty, lo cual es menos seguido de lo deseable. Una versión de la historia más interesante lo hubiera tenido de protagonista y hubiera prescindido de los destapes moralizantes, que de todas formas probablemente son ficticios.