En los años 70 el secuestro del nieto de 16 años de Paul Getty, uno de los hombres más ricos del mundo, o el más rico, fue primera plana en todos los rincones del planeta. Pero lo que mas llamó la atención es la negativa de ese hombre a pagar el rescate, con la excusa de que así secuestrarían a sus otros nietos. Pronto saltó a la luz de las noticias su codicia, su locura de avaro y la brutalidad de los secuestradores que le cortaron una oreja a adolescente y se la enviaron a un diario para acelerar el pago del rescate. En la película de Ridley Scott, con guión de David Scarpa y John Person, basado en el libro de este último, todo comienza con ese secuestro y luego establece la confrontación entre el empresario envilecido por su condición de amarrete, la desesperación de la madre del chico, acostumbrada a vivir sin muchos recursos y obligada por las circunstancias a depender de la voluntad de su ex suegro déspota, perverso y autoritario. Y además un personaje inventado pero basado en alguien real que es primero una suerte de negociador con los secuestradores para defender los intereses del millonario y luego terminará en otro lugar. Los actores elegidos son otro tema. Christopher Plummer reemplazo de apuro a Kevin Spacey borrado del film, una decisión que Scott calificó de empresarial, para evitar que el film fuera rechazado por la ola de denuncias de abusos en su contra. La justicia poética es que el director eligió primero a Plummer y los estudios le impusieron a Spacey. Lo cierto es que su trabajo es excelente y logro una nominación al Oscar que probablemente gane. Michelle Williams es exacta entre la vulnerabilidad y la dignidad, y Mark Walhberg demuestra que una vez su calidad. Entre el suspenso, la gran reconstrucción de época, el melodrama y la crueldad, el film tiene todo los ingredientes para agradar al público, mas toda la publicidad extra del cambio de actor (¿alguna vez veremos al Getty de Spacey?) y la diferencia brutal de cachet cuando hubo que refirmar las escenas entre Williams y Wahlberg.