La codicia, cuando se basa en hechos reales, es dos veces más miserable. Una ejemplificación de eso más la polémica del caso Kevin Spacey, el actor omnisciente, caído en desgracia, se unen en Todo el dinero del mundo, lo nuevo de Ridley Scott.
Basada en hechos reales que tuvieron lugar a principios de los años 70, Todo el dinero del mundo cuenta un episodio en la vida de John Paul Getty, uno de los hombres más ricos del planeta. Uno de sus nietos de 18 años es secuestrado en Italia. La madre del joven, Gail Harris, intentará por todos los medios que el abuelo pague el rescate, pero el magnate se niega a cooperar con la extorsión. Entonces entra en juego el ex agente de la CIA, Fletcher Chase, quien intentará convencer a Getty antes de que sea demasiado tarde.
Si bien es innegable la pericia del director de Blade Runner para narrar historias, Todo el dinero del mundo se resiente al no tener claro el foco de cuál es el aspecto más interesante de lo que cuenta, que es, sin duda, la vida de John Paul Getty. Un hombre que fue de los primeros en el mundo en superar la fortuna de 1.000 millones de dólares, que formó una colección de arte antiguo a la manera de Charles Foster Kane (el magnate de El Ciudadano, que a su vez se basaba en otro magnate, pero real, William Randolph Hearst). Getty era terriblemente avaro, a tal punto que hizo instalar en su mansión una cabina de teléfono público para que sus visitas no abusaran del de su casa. Él mismo lavaba su ropa interior para no gastar en lavandería. Y ni hablar en poner un peso para liberar a su nieto secuestrado.
Ridley Scott y el guionista David Scarpa eligen decantarse por el thriller de secuestro al que le falta tensión. O una investigación salpicada de hechos pintorescos. Y con ribetes sangrientos, propias del cine gore. A la banda de secuestradores se la muestra como un grupo de campesinos improvisados con poca capacidad de negociación, en un asunto que los excede. A Gail (Michelle Williams), la ex nuera de Getty, la madre del secuestrado, la vemos como una pobre mujer que no tiene nada que ver con la familia de la que forma parte (aunque en el momento del secuestro estaba separada del hijo de Getty, que al parecer era un bueno para nada). Y al negociador Fletcher Chase (Mark Wahlberg) como un personaje que podría no estar y no cambia nada, salvo en un par de líneas de parlamento que, dichas por un actor que no sea una estrella, podrían causar el mismo efecto. Y para mayor pintoresquismo hay uno de los secuestradores italianos, encarnado por un actor francés, hablando en inglés (Romain Duris), que sufre una extraña fascinación por el joven secuestrado, como si tuviera el síndrome de Estocolmo, pero al revés. Mas un médico de la banda de delincuentes que parece un remedo de Menguele.
Quizás de no haber sufrido la publicidad extra de ser la película en la que Kevin Spacey fue borrado de un plumazo por el escándalo de sus abusos sexuales y reemplazado por Christopher Plummer, que dicho sea de paso está excepcionalmente brillante, Todo el dinero del mundo hubiese pasado sin pena ni gloria. A lo que hay que agregar, además, las diferencias salariales al momento de efectuarse las tomas extras, por las cuales Mark Wahlberg habría cobrado un millón y medio de dólares cuando su compañera de reparto, Michelle Williams, sólo mil dólares.