Todo en todas partes al mismo tiempo: bancando al Multiverso desde Cemento
La insoportable levedad del multi-ser
Un lave-rap, una inmigrante, el fin del multiverso todo, el amor, el compañerismo, problemas de derechos por Ratatouille, gente con manos de salchicha, rocas con consciencia… difícil explicar todo lo que produce la nueva película de los Daniels (Dan Kwan y Daniel Scheinert), Todo en todas partes al mismo tiempo.
¿De qué va?
Una inmigrante china, en medio de una investigación de Hacienda, se ve envuelta en una aventura salvaje en la que solo ella puede salvar el mundo explorando otros universos. Desafortunadamente, esto la lleva a una aventura aún mayor cuando se encuentra perdida en los mundos infinitos del multiverso.
Complicado abordar el análisis de una película así. Desde el hype que generó, lo complejo y gigantesco de lo que se cuenta, todos los pensamientos que moviliza… pero como siempre cuando se habla de universos paralelos hay algo que se mantiene: la constante, el pararrayos, el ancla, en este caso la GIGANTESCA Michelle Yeoh.
Ella es Evelyn Wang, una mujer timorata que lucha por mantener su negocio de limpieza de ropa funcionando, y que se encuentra en la hercúlea tarea de auditar sus impuestos con Deirdre Beaubeirdra (Jamie Lee Curtis), una despiadada oficial de estos menesteres.
La cuestión es que camino a esa situación muy estresante (ella y su marido no entienden muy bien el idioma inglés y su hija no les ayuda demasiado) Evelyn descubre que es la piedra basal que impide que el multiverso completo estalle. Ella y sólo ella puede salvarlo.
La ternura, la empatía, el miedo, el descubrimiento, la acción, cada una de estas situaciones son llevadas a cabo y encarnadas por Yeoh de una manera maravillosa. Le creemos cada escalón que pisa en post de encontrar la verdad. También mención para su marido Waymond Wang, interpretado por Ke Huy Quan (The Goonies, Indiana Jones and the Temple of Doom), con una calidez y humildad exquisitas.
Todo en todas partes al mismo tiempo no es una película sencilla, incluso es sorprendente como logran hilvanar cada una de las informaciones para mantener el ritmo y la diversión, sin empantanarse en explicaciones. Sin embargo, requiere por parte del espectador conocer un poco el concepto del multiverso: término acuñado del mundo de los comics (en el famosísimo Flash #123, de 1961) en donde se encontraban el Flash de la Edad de Oro con el Flash de la Edad de Plata.
Establece que el mundo en el que vivimos es uno más de una caterva finita / infinita (según la teoría) de diferentes mundos vibrando a una velocidad ligeramente diferente y en donde lo que conocemos se encuentra trastocado. A veces mínimamente (por ejemplo, tu carrera es distinta) y otras de manera gigantesca (Hitler ganó la Segunda Guerra y capaz ni existís).
Mientras el término se popularizó por lo que Marvel está llevando a cabo con sus películas (y DC con sus películas animadas y series) lo cierto es que en esta propuesta se busca otro cariz. Hay acción y peleas (todas muy correctas y espectaculares) pero nuestra protagonista escapa al concepto de SUPER-HEROÍNA. Todo lo contrario, su especificidad es ser demasiado regular… una perdedora. ¿Pero acaso no es de lo que está formado el mundo en su mayoría?
Con momentos absolutamente delirantes (un mundo donde los y las amantes de Viennisima se harían un festín, y otro donde hay un mapache Ratatouille), también es un gran poema sobre los problemas de la actualidad: las relaciones, el miedo, las responsabilidades, el creerse menos que el resto, el amor no heteronormado, la incomodidad del existir… Todo en todas partes al mismo tiempo es un oasis en el desierto del todo-lo-mismo, a la que se le puede reclamar no saber bien como cerrar con un buen moño el final y estirarlo de más. Sin embargo, les aseguro que sin lugar a dudas va a germinar preguntas, sensaciones y más preguntas en cada una de sus cabezas.