La lectura más inmediata que se puede hacer de Todo en todas partes al mismo tiempo es que se trata sobre lo difícil que es para una madre aceptar que su hija tenga novia. Evelyn Wang, interpretada por Michelle Yeoh (El tigre y el dragón), pertenece a una generación (y a una cultura) en la que las relaciones del mismo sexo son un problema que puede desencadenar un desorden propio de la ciencia ficción, en la que el caos multiversal funciona como el efecto de una noticia difícil de procesar.
De ahí que en la película escrita y dirigida por Dan Kwan y Daniel Scheinert, más conocidos como “los Daniels”, se monte un espectáculo de realidades paralelas como un modo juguetón de representar la fractura interna de Evelyn, el quiebre que sufre esta pobre mujer que trabaja en una lavandería con su esposo Waymond (Ke Huy Quan), del que está a punto de divorciarse, cuando su hija adolescente Joy (Stephanie Hsu) llega con su novia y se la presenta.
A pesar de que todo lo que vemos en sus casi dos horas y media está inspirado en otras películas que abordan las vidas paralelas o los multiversos, los Daniels se las arreglan para ser ingeniosos con elementos tan disparatados como efectivos, que provocan la carcajada del espectador por lo absurda que son sus escenas y por lo bizarras que son las situaciones que se generan entre los personajes.
Quien entra en escena también es la gran Jamie Lee Curtis, en un papel que no aporta demasiado, pero que suma un par de gags estrafalarios. Los Daniels ponen en juego toda su inventiva para llevar adelante una historia que parece compleja, pero cuyo trasfondo es tan claro y sencillo como el amor de una madre hacia su hija.
La metáfora con las preferencias sexuales de la joven es el centro simbólico de la película. Por ejemplo, hay una rosquilla gigante en la que Joy quiere ingresar y su madre lo impide a la fuerza, como si le dijera: “No, no es por ahí”.
Lo mismo pasa con los personajes que intentan sentarse en consoladores en el medio de una pelea al mejor estilo “kung-fu”, mientras Evelyn les aparta los objetos para que no se los introduzcan, como si todo se tratara de una constante pelea de Evelyn contra la homosexualidad de quienes la rodean.
La película se divide en tres partes. En la primera, titulada “Todo”, vemos cómo el marido la lleva a Evelyn a hablar con una extraña mujer para que apure los papeles del divorcio, excusa que le sirve a Waymond para explicarle a su mujer la cuestión de las muchas vidas que está viviendo en universos paralelos.
A partir de allí, la película deriva en ese caos físico y mental que implica estar en un multiverso, pero siempre manteniendo el tema central, con sus antagonistas (madre e hija) que se enfrentan en batallas descabelladas e hilarantes.
La segunda parte, titulada “En todas partes”, es la que más aprovechan los Daniels para experimentar con distintas variantes de un humor plagado de referencias pop y sexuales. Y en la tercera parte, titulada “Al mismo tiempo”, los directores hacen un cierre con reminiscencias de Frank Capra para darle un tono de comedia familiar en clave fantástica.
En Todo en todas partes al mismo tiempo, los Daniels orquestan un multiverso con mucha parafernalia para decir que una hija vale más que cualquier moda ideológica, que cualquier sensibilidad del momento, que cualquier corrección política. El cine norteamericano, más que conservador, siempre fue humanista.