Mientras que la palabra “multiverso” se ha puesto de moda por las heroicas grandilocuentes hazañas de los personajes de Marvel, Dan Kwan y Daniel Scheinert tomaron este recurso en la búsqueda del sentido de la vida. Qué hacemos acá o qué se supone que debemos hacer es probablemente la pregunta más frecuente que nos hacemos en esas largas noches de insomnio. En Everything Everywhere All at Once los infinitos universos no serán suficiente para responder esta pregunta. Sin embargo, sí nos queda claro que, en cualquiera de ellos, solo será el amor lo que nos puede dar contención.
Sin ánimos de no hacer mi trabajo, debo admitir que es muy difícil explicar (o si se quiera, vender) la idea de esta película. Evelyn Wong, interpretada por Michelle Yeoh es una madre de familia que se encuentra bastante decepcionada con la vida. No comprende ni tiene una relación real con su hija (Stephanie Hsu). Aunque no lo quiera admitir le da vergüenza su esposo (Jonathan Ke Quan). Su local de lavarropas carece de éxito y por si fuera poco, su padre (James Hong), con el cual ha tenido una complicada relación, está de visita. El film transcurre en el día en el cual debe presentar una auditoria de su negocio, es allí donde una versión de otro universo de su esposo contacta con ella en busca de ayuda. A continuación, usted espectador, no estará preparado para sumergirse en los mundos de esta historia. Sin embargo, el mayor logro de esta historia oiginal no es lo basto de esos universos, sino que, siendo tan grande, rara y bizarra, con ver la cinta una sola vez se entiende todo. Puedes vivir diferentes experiencias, pero todas llegan a la misma conclusión. Se construye una historia orgánica a través de momentos inorgánicos.
Posiblemente la sensación de ver pasar frente a nuestros ojos el universo de Everything Everywhere All at Once es parecida a un viaje cósmico producido por alguna droga. Sin embargo, creo que debemos ir más lejos. Es más bien parecida a aquellos días de veranos de nuestras infancias en las que pasábamos todo el tiempo con nuestros amigos en la calle, inventado historias y jugando en diferentes escenarios. Todo era posible. El tiempo se detenía casi por completo. Desarrollamos nuestros primeros sentimientos ya que siempre había un nuevo amor, e incluso teníamos la confianza en que nuestros amigos eran eternos. Dormíamos con las ganas de repetir. Era una montaña de emociones que de alguna manera nos enseñaban más de la vida que las mismas escuelas. Hasta que se acabó todo. Ya no había veranos así. La cotidianidad y la sociedad que dictamina constantemente que debemos ser especiales, terminan llevándonos a un terreno más desolado donde olvidamos aquello que verdad importa. Esta película es precisamente un recordatorio de que mientras tengas a tus seres queridos cerca, sin importar el universo en el que te encuentras, todo estará bien.
Las actuaciones son de alto nivel, de esas que si llegan a ganar a un premio se celebra yendo a obelisco. Personajes tangibles y queribles desde el primer minuto. Menciones especiales para Jaime Lee Curtis, una villana perfecta, y quizás el que será uno de los mejores personajes de cine de este año, Jonathan Ke Quan, actor que parece ser un rosto desconocido, pero ha tenido papeles pequeños en Indiana Jones and the Temple of Doom, The Goonies y X-Men. Por otro lado, Everything Everywhere All at Once es una cinta muy graciosa que mantiene un gran equilibrio entre los chistes tontos y los más oscuros. Dividia en tres partes y gracias a un gran trabajo de montaje, termina siendo un coctel de comedia, filosofía, acción, drama, Kung Fu y Ratatouille. Sí, Ratatouille. Esta historia demuestra que con creatividad, visión y libertad se pueden hacer películas inmaginables para las audiciencias. Basta de las biopics.
Hay dos verdades que parecen absolutas de esta cinta. Primero que salgas de la sala de cine sintiendo (por lo menos por 2 minutos) que acabas de ver la mejor película de la historia. Segundo, difícilmente encontremos en este 2022 un film más sorprendente que Everything Everywhere All at Once.