Me dijeron que en el reino del revés nada un pájaro y vuela el pez.
Cuando pensaba que la ciencia ficción cinematográfica ya no tenía nada nuevo que ofrecer; cuando parecía que el cine mainstream de EE.UU. había exhalado sus últimos aliento de organismo vivo, creyendo que ya sólo podía sostenerse en la modesta existencia de un recuerdo morboso, el Fénix renace y nos revela una vez más el secreto y la fuente de su grandeza.
El relato se presenta, formalmente, como una propuesta grandiosa y excéntrica, al mismo tiempo que narra (como en un universo paralelo, de esos que tematiza la diégesis) una historia familiar, cercana, casi íntima. En esa dialéctica entre el exceso y la contención neorrealista; en esa composición virtuosa entre lo particular (lo anecdótico, lo que le pasa a uno solo), y lo universal (lo que convoca a todos), Hollywood ha sabido siempre mostrar sus mejores armas. La industria del espectáculo en EE.UU. (como toda cultura colonizada sin tradición auténtica) desde los inicios ha exhibido un complejo de inferioridad que sólo ha podido mitigar por medio de una estética de lo monumental con la que ha creído justificar (e incluso escamotear) la pequeñez de su corazón auténtico.
El multiverso de la decepción
Médico. -Lo siento. Es una niña.
Ev.– “Eres tú. ¿Tú eres la razón por la que mi hija ya no me llama, el por qué abandonó la universidad y te hiciste tatuajes? ¿Tú eres la razón por la que ella cree que es gay?”
Jobu.– (Risas) Lo siento mucho. ¿Todavía reniegas del hecho de que me gustan las chicas en este mundo?
El relato está centrado en la relación conflictiva que Evelyn tiene con su hija Joy. Esta última está en pareja con una muchacha llamada Becky, pero Evelyn no ha podido asimilar aun esta realidad. En el fondo, el distanciamiento con la hija replica el mismo distanciamiento que Evelyn ya ha consumado con su propio padre. En el primero de los flashbacks que ella rememora, vemos -desde el punto de vista de la bebé Evelyn- la escena del padre en el momento del parto, cuando le comunican sobre el sexo de la criatura, y advertimos instantáneamente como el rostro del padre se transfigura desde la expectativa gozosa a la decepción; esa decepción que será una constante en la vida de Evelyn, como será también constante para Joy la mirada siempre insatisfecha de su madre.
Todo esto permite ver que el relato narra en el mismo universo dos veces la misma historia: primero, el conflicto del padre con su hija, y luego el conflicto duplicado de la madre con su hija. La resolución del primer conflicto conlleva la resolución del segundo. Y esa historia duplicada habrá de multiplicarse en los infinitos mundos que espejan desde una lógica fractal esa recursividad, como un viejo disco rayado. Todos los mundos narran mediante ligeras variaciones unos mismos desencuentros: el amor entorpecido por el orgullo, por la incomprensión, y la sobreexigencia.
La metáfora visual que se utiliza para tematizar el desencuentro, la fisura, es el espejo roto. El espejo que todo lo multiplica de un modo abominable y monstruoso. Pero el espejo también simboliza la reflexión, la devolución de la mirada, la mirada que nos mira, y que al mirarnos nos constituye y unifica. “El ojo, que ve todos los objetos fuera de sí, necesita del espejo para verse a sí mismo”, afirmaba Vico en su Scienza Nuova. Y así como el filósofo italiano nos enseñó que el trigo para fue el primer oro del mundo, la mirada del otro fue el espejo primigenio donde depositamos el ser para que se nos devuelva reflejada la unidad. Como ocurre con los espejos, el reflejo es el inverso de lo que se refleja; por lo tanto, si la mirada del otro me devuelve la unidad en la forma de un reflejo, lo que se mira es la versión inversa de lo que se devuelve: lo desarticulado. Por ese motivo, el espejo roto se presenta como metáfora de un vínculo trascendental en crisis, de una mirada juzgadora que ya no es capaz de unir, o, su equivalente: ya no sabe reflejar lo inverso.
El origen del conflicto que presenta el film tiene su punto de partida en la irrupción accidental de la criatura terrible Jobu Tupaki.
En Alfaverso (el primer universo en hacer contacto con los restantes), Evelyn es una científica brillante, quien en su búsqueda de mostrar la existencia del multiverso, descubre la posibilidad de enlazar temporalmente una conciencia a su otra versión en un universo paralelo. Esta conexión permite a la conciencia exploradora entrar en contacto con todos los recuerdos, emociones y habilidades de las conciencias exploradas, técnica que Evelyn designa como saltoverso. En el proceso de entrenar a otras mentes para realizar estas conexiones neuronales, Evelyn descubre una mente particularmente dotada para habitar simultáneamente varias conciencias al mismo tiempo: su propia hija. Dado ese potencial Evelyn somete a su hija a extensas sesiones de experimentación para acceder a las realidades simultáneas, forzándola a vivir una diversidad de vidas que no son la suya; lo mismo que en nuestro universo pretende hacer la madre respecto de la identificación sexual de la hija.
Puesto que se trata de la misma historia con ligeras variaciones, debemos postular en cada universo una versión conflictiva de la relación entre la madre y la hija. Indistintamente de los motivos anecdóticos del conflicto, suponemos que la Evelyn de cada mundo ha negado la identidad que cada Joy pretende postular como tesis de existencia. El paroxismo de estas negaciones aisladas, queda cristalizado en el universo primigenio, donde Joy, como consecuencia accidental de las experimentaciones, asume la negatividad de todas las decepciones de cada madre en cada uno de los mundos.
Esa decepción encarnada se presenta en el Alfaverso como Jobu Tupaki: un ser escindido, múltiple, cuyo centro pasa a estar en todas partes y en ninguna; a ser todas las Joy, y ser ninguna. De allí que todas las existencias individuales de su Yo le son indiferentes, no necesita comprometerse con ninguna, porque en el fondo ninguna es su realidad, es sólo otra realidad posible. Esa fuerza negativa, empujada por la indiferencia absoluta, se cristaliza en un ser inapetente, vaciado de deseo. Sujeto de nada.
El mundo invertido
Si tomamos algunos elementos significativos del relato, por ejemplo: la manifestación encarnada de una energía negativa y oscura, visceralmente destructora; y además tomamos el proceso iniciático de la Evelyn de nuestro universo, quien descubre que está en ella, como en su contrincante, esa misma capacidad. Y si advertimos, además, que esa capacidad de lo ubicuo puede ser realizada bajo el dominio de lo oscuro y lo indiferente, pero también desde el dominio del amor y el interés, el compromiso. Si tomamos todo esto, la película podría ser interpretada como una inversión de La guerra de las galaxias (Star Wars).
¿Por qué una inversión? Porque, a diferencia de La guerra de las galaxias, donde el conflicto es entre un padre (Anakin/Vader) y un hijo (Luke), aquí el conflicto épico (el que tracciona todos los conflictos restantes) se plantea entre una madre y una hija. Pero hay una doble inversión, pues aquí es la hija (Joy-Jobu), y no el padre (Anakin-Darth Vader), quien cae en el lado oscuro (la indiferencia y el todo vale lo mismo es la versión enrarecida de la fuerza negativizada). Pero si está invertido el proceso del enrarecimiento y la corrupción, es inverso también, el proceso de purificación; pues aquí se trata de una madre (Evelyn), y no del hijo (Luke Skwalker), quien puede rescatar a la hija, y no a un padre (Darth Vader) de la oscuridad.
Es interesante marcar que la negatividad que se tematiza en el film está lejos de ser un elemento que viene desde fuera; no es un agresor externo, sino que adviene como una incapacidad de ponerme en el otro, de ser en el otro, de comprometerme con el otro. Y esta podría ser una diferencia significativa con el film de Lucas, que tiene una tendencia a cierto maniqueísmo como una lucha primigenia entre la luz y la oscuridad, el bien y el mal, como sustancias originarias, mientras que en este relato se nos presenta como algo autoproducido, autolesionado, autosanado. De hecho, la fuerza destructiva que representa Jobu en verdad es la contracara de la decepción de la madre llevada al paroxismo, por lo tanto esa misma oscuridad la ha generado la propia Evelyn. Esto significa que Jobu Tupaki no es sólo la cristalización astillada de cada una de las Joy sufrientes y frustradas, sino además la exteriorización de la actitud de esa madre. A Jobu nada le importa, todo le da igual, porque para sus madres nunca nada es suficiente. Una no es sin la otra; el poder de Jobu se lo ha dado la propia Evelyn, y ése es el principio por el cual ella también puede restituir el equilibrio en todos los multiversos.
Yo, la peor de todas
La contracara de la indiferencia absoluta es la actitud de la exigencia absoluta del personaje de Evelyn: todo le importa demasiado, nada la conforma, no por desinterés, sino por una consideración del interés que es inasible.
La primera escena de la película nos muestra a una Evelyn desbordada en un mar de boletas que debe organizar para que no le quiten el comercio, al mismo tiempo que intenta organizar la velada perfecta para el cumpleaños de su padre. Vemos de fondo, un televisor que transmite el acontecer del comercio con un sistema multicámara, indicio del control obsesivo que tiene el personaje, la pretensión de verlo todo, de abarcar todo.
En ese momento interviene, Waymond, el esposo de Evelyn (un ser que es pura paciencia, pura amabilidad, puro optimismo, el yang del ying de Evelyn). Lo que la narración quiere decir, lo muestra la composición visual, pues la actitud pesimista queda reflejada en el espejo del fondo, justo debajo del televisor. En el espejo vemos por primera vez el rostro de Waymond sonriente, optimista, relajado.
En ese momento, sucede entre ellos el siguiente diálogo, que brinda las pinceladas perfectas para el retrato psicológico de los personajes.
Waymond. -Sé que quieres que todo sea perfecto para la fiesta de tu padre, pero él va a ver que has cultivado una familia feliz y un negocio exitoso. Estará orgulloso de ti.
Evelyn. -Estás loco. Sabes que eso no es lo que mi padre va a ver.
Y entonces Waymond la saca de su posición, la pone frente de sí, obligándola a mirarlo a la cara, y le dice:
Waymond. -Pero es lo que tú y yo vemos. ¿Verdad?
Hasta el desenlace del film, Evelyn no hace más que mostrarse decepcionada de todo lo que la rodea; a sus ojos, el marido es inútil, alguien incapaz de resolver nada. Incluso el Waymond del Alfaverso le resulta elegible frente a su propio esposo. Esta visión decepcionada sobre su familia es, en el fondo, la mirada auto decepcionante sobre todo lo que ella ha podido generar a partir de las decisiones que ha tomado, y en este sentido, se confunde su decepción con la desaprobación de su propio padre, quien parece ser la contracara masculina de Evelyn.
En su epifanía durante el desenlace, Evelyn descubre la verdad sobre su esposo, como si todo este tiempo hubiese estado viviendo en mundo paralelo con otra persona. Pero descubre también algo más: que su hija es idéntica a ella y ella idéntica a su hija: ambas tercas, ambas quebradas emocionalmente, pero con la sabiduría suficiente de buscar parejas amables, pacientes, que compensan todo lo que en el mundo se presenta como una falta. Lo que une como equilibrio a todo lo que puede desunir.
Pese a lo melodramático de esa relación entre padres/madres e hijas, el relato pone en acto una estrategia enunciativa atípica: la organización cómica y ciertos recursos humorístico-paródicos. Tanto el melodrama de fondo, como la estrategia enunciativa del aspecto cómico se presentan en tensión respecto de los horizontes de expectativa que evoca el género de la ciencia ficción. Como si la propia estrategia enunciativa se presentara como universos en paralelo que despliegan cada uno, con ligeras variaciones, un mismo tema que los enhebra.
La vis cómica reside fundamentalmente en la acertada decisión de haber adjudicado el rol protagónico del héroe a una madre entrada en años, que debe afrontar unas acciones de lucha propias de un Spiderman quinceañero. La inadecuación del personaje en relación con la función que debe afrontar se encarna, asimismo, en lo ridículamente inapropiado (casi en el límite del dadaísmo) de las operaciones de conexión con el multiverso, pues absurdos, y grotescos resultan los mecanismos que permiten ingresar a las competencias de los yoes múltiples.
En cuanto al recurso discursivo de la parodia ya se ha mencionado cierta identificación (por inversión) con La guerra de las galaxias, pero también sospecho que hay una parodia implícita en la escena final, que evoca de modo risueño, y con cierto tono de morisqueta, el desenlace de X-Men 3, donde Logan debe salvar a Fénix de sí misma y su capacidad autodestructiva, y va intentando subir hacia donde vuela sobre la pila de destrucción que ella va produciendo.
Finalmente, merece una mención especial la excelente musicalización del film, de gran eficacia para puntuar, afirmar y consagrar las modulaciones emocionales y narrativas del film.