Quizás el espectador contemporáneo ya esté habituado al concepto “multiverso”, que es la última moda en el cine de superhéroes (Spiderman y Dr. Strange mediantes), es decir que hay infinitas realidades alternativas y gente que puede viajar a través de ellas. Un truco que permite salvar incoherencias, es cierto, pero también una metáfora perfecta de nuestra realidad alterada por las (casi) infinitas posibilidades que Internet abrió gracias a lo virtual. Este film es la historia de una mujer común, demasiado común (la extraordinaria Michelle Yeoh, genia de las artes marciales y actriz gigantesca, además de gran comediante) que tiene la posibilidad de salvar toda realidad posible. El fondo de la historia es, finalmente, la pregunta de qué es lo esencial cuando la superficie cambia incluso de modo radical. Al mismo tiempo que comenta con humor y sátira todo el cine de gran espectáculo contemporáneo, se pregunta cosas. Sobre todo, se pregunta por el “yo”, quiénes somos y para qué estamos donde estamos (estemos donde estemos). Y lo hace con las mismas herramientas espectaculares de otro cine, llevadas al extremo absurdo y surreal que emparentan más de una secuencia con el cartoon clásico (ese otro comentario desde la contradicción sobre las taras de lo real). Probablemente, la película del año, aún con sus excesos y simplificaciones.