Bienvenidos (o no) al universo del multiverso, ése que estalla en las películas de Marvel y que, como Todo en todas partes al mismo tiempo es producida por los hermanos Russo (los de las dos últimas Avengers), casi casi que se multiplica exponencialmente.
Para los que recién llegan a esto del multiverso, el mismo significa que hay no uno, sino muchos universos alternativos, porque las opciones parecen ilimitadas, en los que existen otros Yo.
Y para aquéllos que tienen déficit de atención, mejor que elijan otra película de la cartelera.
Si uno se siente abrumado, o sobrecargado con la experiencia audiovisual, bueno, Todo en todas partes y al mismo tiempo es todo eso y al mismo tiempo a pocos minutos de que empiece la proyección.
Por suerte, no son muchos los personajes centrales en la nueva película de los Daniels, como se denomina al dúo de realizadores Daniel Kwan y Daniel Scheinert, que ha desconcertado y fascinado a espectadores allí donde se estrenó esta locura grandilocuente de casi 140 minutos.
Pero suceden tantas cosas en esas dos horas veinte que también pudieron hacer una miniserie (que tendría un final y no podría continuarse), una serie o varias películas. Pero no, pusieron todo en un solo paquete, y lo adornaron con ritmo vertiginoso de edición y efectos sonoros para que el espectador se sienta lo suficientemente bombardeado desde todos los costados del cine.
En pocas palabras
Tratemos de resumir cómo arranca el filme y de qué va.
Michelle Yeoh es una inmigrante que tiene una suerte de Laverap. Evelyn está casada con Raymond (Ke Huy Quan, quien de pequeño estuvo en Indiana Jones y el templo de la perdición, pero no me digan que le ven cara conocida porque no les creo). Y tiene tantos problemas en la parte de atrás de la lavandería, donde vive con su hija Joy (Stephanie Hsu), o con su padre Gong Gong (James Hong, que sí es conocido) como con los impuestos atrasados que debe afrontar.
Y allí van Evelyn y Raymond, que quiere divorciarse, a hablar con la agente de impuestos Deirdre (una Jamie Lee Curtis desalineada, al menos en este universo nuestro de cada día). Pero es allí donde otra versión de Raymond se “mete” en su cuerpo, y es este otro Raymond el que le da indicaciones a Evelyn de cómo comportarse.
Ella no entiende nada, pero le hace caso. O algo así.
Lejos está la idea de contar cómo sigue la película, no sólo porque perdería la sorpresa para los futuros espectadores, sino porque sería intrincado e interminable.
Los Daniels hacen gala de un estilo visual entre enloquecido y lógico (no ilógico). Porque si en un universo paralelo, en vez de dedos los personajes tienen algo similar a salchichas algo fofas no hay por qué asombrarse.
La película cumple con las reglas de la corrección, con personajes de distintas etnias, sexualidades y hasta prejuicios que irán desterrando.
Lo que sí aconsejo es ir a ver Todo en todas partes al mismo tiempo descansados, bien predispuestos y con los sentidos abiertos. Open mind, como dicen.