Una inexplicable “dramedia” al estilo danés
Al cronista le había gustado Corazones abiertos, hecha una década atrás bajo las reglas y “aprobación” del Dogma 2000, movimiento al que algunos llamaban “Dogmarketing”. Tenían razón. Pero más allá de las astucias propagandísticas de su creador, el inefable Lars Von Trier, el Dogma permitió la emergencia de un puñado de películas tan estimulantes como anómalas. Como varios de sus compañeros de ruta, pero más, después de aquélla de 2002, su realizadora y coguionista, Susanne Bier, no volvió a hacer nada que valiera la pena. O tal vez aquélla tampoco valía la pena y el cronista supuso que sí. Trátese de dramas o dramones (Hermanos, 2004; Después del casamiento, 2006; En un mundo mejor, 2010), lo de Bier fue, de allí en más, un cine empaquetado, de cálculo y “temas” presuntamente importantes. Con Todo lo que necesitas es amor, la señora tira la chancleta y se arroja de lleno a la dramedia (mezcla de drama y comedia) romántica “para matrimonios”, con Pierce Brosnan como principal argumento de venta.
Pudiendo llamarse All You Need is Love, Todo lo que necesitas... se llama, en el original (Bier filma en inglés, obvio), Love is All You Need. Desperdicia así, aunque más no sea, un bello eco lejano. La comedia romántica (o dramedia, como en este caso) es, como se sabe, el género en que dos personas empiezan odiándose y terminan, hora y media más tarde (o interminables dos, como en este caso) amándose para siempre. Como para no olvidar que la cerveza de Bier fermenta en el drama, Ida, la heroína, viene de hacerse una mastectomía y lleva peluca: la quimio la dejó más calva que la cantante de Ionesco. Como Todo... no es un drama, sino una dramedia, la mujer calva es... peluquera. Chiste danés.
En realidad, el mayor problema de Ida no es la calvicie, sino uno más clásico: el marido ni se enteró de que desde hace un tiempo su mujer no tiene dos pechos, sino uno. La hija de Ida está por casarse, en ese paraíso llamado Capri. ¿Con quién? Con el hijo del hombre cuyo auto Ida acaba de chocar, en el estacionamiento del aeropuerto, poco antes de abordar ambos el vuelo. El señor es, claro, Mr. Brosnan, el típico viudo que no quiere saber nada con enamorarse. El destino de este vuelo de Ida y Pierce cualquiera lo adivina. Escribiendo siempre los guiones junto a Anders Thomas Jensen, adentro de Todo... Bier mete, como es su costumbre, todo. Un joven soldado que va a la guerra y vuelve, por ejemplo. Hijo de Ida.
Imposible de saber qué tiene que ver la guerra (y de qué guerra se trata, ya que estamos) con el mundo de hipermillonario europeo en vera-no, con su azul Mediterráneo, verdes acantilados, vecchia villa, “be-emes” negros, casamiento en el parque y compras en Prada. El muchacho de campera militar habrá salido de Hermanos, donde había uno con la misma parka. A qué viene cierto deus ex macchina gay del final, se entiende menos todavía. Cómo es que el viudo hermético y hosco hombre de empresa se convierte en veterano príncipe azul, será porque es Pierce Brosnan y Pierce Brosnan no puede hacer otro papel que no sea ése. Expresiva, como suelen serlo sus compatriotas, la danesa Trine Dyrholm.