Si la vida te da limones...
La directora danesa Susanne Bier, autora entre otras de “Después de la boda” (Efter brylluppet, 2006) y “En un mundo mejor” (Hævnen, 2010), tiene además el antecedente de haber integrado el grupo Dogma, movimiento fílmico vanguardista de la década de los ‘90, una propuesta que pretendía reinventar el cine recuperando su lenguaje más tradicional oponiéndose a los trucos tecnológicos tan típicos de la industria hollywoodense.
El movimiento produjo algunos largometrajes en los que se trataban temas polémicos y se reinvindicaba el uso de la cámara en mano como el rasgo de estilo más marcado.
De allí surgieron algunos cineastas de renombre como Lars von Trier y Thomas Vinterberg, y si bien los preceptos rigurosos del Dogma, reunidos en un Manifiesto, no se pudieron mantener en el tiempo, los realizadores que pasaron por allí no pueden disimular su poderosa influencia.
El caso de “El amor es todo lo que necesitas” (Den skaldede frisør, 2012) no es una excepción, aun cuando la autora prefiere el registro de la comedia romántica y no del drama, como en sus anteriores películas. No está muy claro, en realidad, si es una apuesta de Bier o una exigencia del contrato, la cuestión es que el film resulta una rara combinación de algunas de las temáticas recalcitrantes muy al estilo Dogma y un formato más acorde con los modelos comerciales del género.
La figura del primer actor irlandés Pierce Brosnan, cuyo nombre aparece más destacado en los carteles promocionales, ya hace un poco de ruido al verlo asociado con Bier, quien no obstante sale bastante airosa al conseguir desacartonar un poco al rudo ex 007, quien aquí interpreta a un empresario inglés, radicado en Dinamarca, viudo, iracundo y solamente interesado en los negocios.
El sujeto se llama Phillip, perdió a su mujer hace varios años y quedó solo con un hijo, Patrick, que ahora, veinteañero, está a punto de casarse y pretende hacerlo en Italia, país donde sus padres se conocieron y donde vivieron hasta el fatal accidente que dejó a uno huérfano y a otro viudo.
La novia de Patrick es Benedikte, hija de Ida, una peluquera que atraviesa por un duro momento en su vida personal. Ida, papel a cargo de la estupenda actriz danesa Tryne Dyrholm, es una mujer de mediana edad que acaba de superar un cáncer y que no encuentra mucha contención de parte de su marido, Leif, quien no solamente se ha desentendido de la enfermedad, sino que además le ha agregado mayor sufrimiento a su mujer introduciendo (literalmente) una amante más joven en el seno del hogar.
Phillip e Ida se conocen en el aeropuerto (en Dinamarca, donde viven todos) antes de viajar a Italia para la boda y entre los dos surge eso que se llama química. La película está centrada en la relación de ellos, quienes simpatizan y se apoyan mutuamente en un contexto familiar que pronto empieza a mostrar grietas por todos lados.
En un tono de comedia, pero con altos componentes de ironías y sarcasmos, Bier hace un retrato de la sociedad culta europea contemporánea, a la que se observa bastante desorientada, sobre todo en el plano afectivo-emocional, y proclive a embarcarse en relaciones disfuncionales, egoístas y sin un proyecto que ayude a las personas a realizarse en la vida.
Sin embargo, en medio de ese ambiente por momentos caótico y bastante decadente, Ida y Phillip consiguen renacer de sus cenizas, recuperarse de sus fracasos y darse otra oportunidad para ser felices.
Como decía, es rara esta combinación entre el rigor conceptual y formal de los daneses con el modelo del sex-simbol de Hollywood, pero en ese contraste está el encanto que Bier supo aprovechar, como diciendo “si la vida te da limones, haz limonadas”.
En suma, “Amor es todo lo que necesitas” es una película amable, destinada a un público de mediana edad, que busca entretenerse y sentirse identificado con los personajes que ve en la pantalla, porque la historia que se cuenta, sus dramas y sus protagonistas son bastante parecidos a los de todos en cualquier parte del mundo.