Una tragicomedia sobre la crisis de la mediana edad que, más allá de ciertos lugares comunes, resulta llevadera y eficaz en buena parte de su desarrollo.
Antoine (Manu Payet) es un ex baterista y productor musical sin demasiada suerte como artista, empresario, marido y padre de dos niñas de 5 y 9 años. Egoista, frustrado e inmaduro, nunca se ha ocupado demasiado en serio de sostener la economía familiar, de comunicarse con su esposa (una exitosa abogada) ni de criar a las hijas. Su mujer Alice (Audrey Lamy), harta de la rutina y de tratarlo como a un chico más, le plantea la separación. Y no sólo eso: le deja a las dos pequeñas por un período de 15 días.
Durante ese lapso, nuestro querible y patético antihéroe deberá compatibilizar las responsabilidades laborales (debe entregar en tiempo y forma el disco de una prometedora cantante que puede revitalizar su alicaída carrera como productor musical), un incipiente romance y las nuevas exigencias de una paternidad para la que es un auténtico despropósito. Si bien todo parece servido en bandeja para una comedia de enredos sentimentales (y por momentos algo de eso hay), la película tiene un sustrato tenso, denso e impiadoso a partir de la forma en que se exponen el desencanto y las miserias de sus personajes.
Así, a mitad de camino entre la comedia liviana y ligera, y una mirada algo más seca y profunda sobre las exigencias de la vida contemporánea, Todo para ser felices logra sortear con bastante fluidez y encanto ciertos clichés y lugares comunes de las películas sobre familias disfuncionales y hombres incapaces de cumplir con los “mandatos” sociales. Un film algo menor, es cierto, pero a su manera bastante eficaz.