Paternidad a la francesa
Todo para ser felices (Tout pour être heureux, 2016) se suma a una serie de películas francesas (Mon roi, Lo mejor de nuestras vidas) que hablan de conflictos contemporáneos asociados a la paternidad. La juventud idealizada que se extiende hoy en día a los cuarenta y tantos años de edad, se erosiona con la llegada de un nuevo integrante a la pareja y tales films lo reflejan con calidez.
Antoine (Manu Payet) pasa sus días apostando su dinero a proyectos musicales que no terminan de despegar. Mientras tanto su familia –su mujer y dos nenas- sufren su desatención. Tras el pedido de divorcio de su mujer, debe convivir con las niñas durante dos semanas. La situación lo obliga a una transformación en su actitud pasando por infinidad de problemas de adaptación.
Basada en la novela de Xavier De Moulins, Todo para ser felices logra la anhelada identificación del espectador, al ubicar en la piel del protagonista -por momentos despreciable en sus actos- el sentimiento de época: la resistencia a dejar de lado deseos egoístas en pos de los hijos, al asumir el rol de padre.
El cine francés –y en menor medida el italiano- es el que mejor ha descrito este dilema generacional, con humor, con realismo, con naturalidad. Un lugar de encuentro a la hora de canalizar frustraciones y reírnos de nuestros propios errores. Desde los vínculos familiares, el film establece la disyuntiva entre la búsqueda hedonista y las responsabilidades sociales.
La película dirigida y escrita por Cyril Gelblat no deja de ser un film acerca de un personaje sometido a una transformación con un aprendizaje en el camino. Pero también es un reflejo de varias situaciones contemporáneas que el cine como hecho artístico tiene la capacidad de sublimar. Bienvenidas sean.