Arrancamos con un cold open, a lo Breaking Bad: una escena desconcertante antes de los títulos, sin contexto, que solo entendemos hacia el final.
La idea detrás de un cold open es generar intriga y meternos de lleno en la trama, in medias res. Es un recurso televisivo para que el espectador se enganche con la serie y no cambie de canal. Lo que hizo Breaking Bad fue jugar con esta fórmula. Muchos de sus episodios empiezan con imágenes descolgadas, cercanas a lo absurdo o abstracto. Lejos de insertarnos en la trama, nos descolocan y sacuden, porque no sabemos dónde estamos ni qué vemos. Es un recurso que requiere destreza narrativa. Hay que saber qué puede cautivar al público y qué apenas confundirlo.
Todo por el ascenso lo intenta y estrella contra el travesaño. Vemos a los protagonistas, que todavía no conocemos; puñetazos, patadas y gritos en un baño; una estación de servicio en una ruta provinciana. Un arranque potencialmente auspicioso, pero filmado de manera torpe y apresurada, y editado a machetazos. No genera intriga sino desconcierto.
El resto de la película no da vuelta el marcador. El primer minuto es un resumen de los próximos ochenta: escenas que podrían haber funcionado, chistes que podrían haber sido graciosos, actuaciones que podrían haber sido memorables, defraudadas por una ejecución que no termina de cerrar el partido.
La sinopsis sienta las bases de una comedia tonta (suerte de subgénero, con sus fracasos y obras maestras, caracterizado por la falta de seriedad, la reiteración autoconsciente de lugares comunes y un gusto por el chiste fácil, predecible y sin embargo simpático). Dos amigos, Néstor y Rafa, planifican un viaje a Mendoza, donde el club de fútbol del que son hinchas jugará de visitante en busca del ascenso. A último momento, se les suma un tercero, Fabián. Hace años que vive en Colombia, pero no quiere perderse semejante evento futbolístico, así que regresa al país para verlo en vivo y en directo. El problema es que Fabián es mufa, y no solo porque es colorado. Tiene un poder especial y su presencia en cancha es garantía de derrota. Néstor y Rafa, entonces, procurarán evitar que llegue al estadio.
El resultado es una road movie sobre la importancia de la amistad, la pasión por el fútbol y lo difícil que es hacer cine, aunque esto último no es deliberado. Durante todo el metraje, sospechamos que hay algo fuera de lugar. Es como cuando un amigo nos escribe un mensaje de texto y, en vez del verbo “haber”, escribe “a ver”. Entendemos qué quiso decir y hasta se lo dejamos pasar, porque lo queremos mucho. Pero ya no tomamos en serio la conversación. El error molesta, una herida sobre la pantalla del celular.
Todo por el ascenso es ese amigo que escribe “a ver”. El guión y la trama no están mal planteados. Pero nos sentimos molestos. Tenemos la impresión de que la cámara no está donde debería estar. Que el montaje paralelo, en ciertos casos, no tiene sentido; que una escena interrumpe la anterior sin motivo, como un injerto mutante. Que los actores de reparto leen el guión sin actuar. Que unidades simples del lenguaje cinematográfico, como el plano-contraplano, están mal empleadas.
De hecho, las escenas que mejor funcionan son las menos cinematográficas, las que más se asemejan a una estética de webcam: largas tomas de los tres protagonistas hablando en el auto, la cámara sobre el tablero de instrumentos. Entonces, casi sin montaje, podemos apreciar la química entre los actores principales, que es lo más rescatable del film. Tomás Fonzi, como Rafa, y Fernando Govergun, como Fabián, no la descosen ni mucho menos. Pero son efectivos a la hora de interpretar sus arquetipos de “amigo langa y fachero” y “amigo boludo”, respectivamente. Ariel Pérez de María, como el supersticioso Néstor, es claramente el más magnético y entrañable. El elenco es él y diez más.
También podemos rescatar, a nivel narrativo, que la película aborde el tema de la corrupción dirigencial en el fútbol, evitando, de esta manera, convertirse en un monótono poema al aguante del hincha.
Pero nunca dejamos de notar ese “a ver”. Y cuando llegan los créditos, los errores son lo que recordamos.