Lo poco que perdura de una revolución
El director Rajko Grlic cuenta cambios y conductas de una familia a partir de la figura del padre, que está en un hospital.
No es precisamente el cine de países como Croacia, Serbia y Eslovenia, el que el público argentino puede ver habitualmente. Para acceder a títulos de esas latitudes el público argentino depende, en la mayoría de los casos, de que algunos de ellos haya sido presentado en festivales internacionales, que haya obtenido una serie de premiaciones y que por lo tanto, entonces, haya figurado en la lista de los seleccionados por algún distribuidor de Capital Federal, para poder adquirir, luego, la compra de sus derechos y que se exhiba en salas nacionales.
Por lo tanto, acercarnos a un film como el que ya lleva casi dos semanas en una de las salas de los cines del Centro es más que una novedad; es la posibilidad, como ocurre igualmente con los films que se exhiben allí y en otros espacios --como El Cairo--, de acercarse a otras miradas. Y en este caso, la que ofrece el director Rajko Grlic, en gran parte desconocido para nosotros, nacido en Zagreb en el 47, a partir de este retrato de un grupo de familia, que alguna vez vio ondear y sostuvo consignas libertarias y revolucionarias y que hoy, tras los nuevos pactos y travestimientos, sólo se traducen en palabras vacías y escapadas de divertimentos.
Un grupo de familia que se va abriendo a una perspectiva múltiple y que encuentra su punto de arranque en la figura del padre. Se trata de un hombre que ejercita, desde su condición de artista de imágenes eróticas, su última gran actuación ante la mirada de sus hijos, ambos orillando los cincuenta años, en una sala del hospital. En ese legado, que pendulará desde una visión empresarial en uno y en la vida bohemia y docente del otro, las aventuras amorosas de ambos marcará un cruce continuo entre esposas y amantes, de intercambio de puestas en escenas, de simulaciones, de actos violentos y culpas, ante la presencia de los pequeños y de otro hijo aún por nacer.
Estructurado el film en capítulos, ya que cada uno lleva el nombre de sus protagonistas, hermanos, esposas y amantes, desde un breve deslizamiento temporal, el film de Rajko Grlic nos permite escuchar el modo de sentir de cada uno de ellos, sin juzgar; mostrando sí, a una sociedad del desencanto, cuyos miembros se conforman con provocar. Provocarse entre sí, manteniendo secretos, pero siendo cómplices, aún en ese dolor. Lo que realmente coloca entre signos de interrogación su director, entre comillas, es el mismo vocablo de "revolucionario", en el que había creído su propia generación.
Sin embargo, en más de un personaje, la fuerza del amor está presente. Y desde diversos rincones, cada uno de ellos, se juega a su manera, a pesar de que algunos de ellos, los menos, ya planean una nueva y transitoria coartada.