Aunque el film hable con cierto tono de comedia de la infidelidad, no deja de ser, de algún modo, moralista. Aunque, por supuesto, tiene el derecho de serlo. Aquí hay dos hermanos: uno más bien libertino, otro desengañado por un matrimonio roto. Y de las relaciones con esposas, ex esposas, amantes e hijos. La pregunta que el film se hace es si es posible atarse a una pareja o una familia cuando el deseo sigue funcionando. La respuesta sólo es válida para los personajes, pero lo que hace de la película algo particularmente interesante es el tono en que deja fluir las situaciones, sin forzarlas dramáticamente y sin evitar mostrar cierta alegría que se incluye en la transgresión. En ese realismo entre lo amargo y lo dulce es que Todo queda... se destaca como retrato realista de la institución familiar, sin caer en lugares comunes demasiado explícitos. Pero, se dijo, hay alguna condena, cierto “moralismo”, que subyace al destino de sus libertinos. Una de cal y una de arena.