Una graciosa pero vulgar interacción entre hermanos en el lecho de muerte de su padre establece el tono de esta comedia negra. Todo queda en familia es la historia de cuatro personas que han engañado y han sido engañadas las unas a las otras tantas veces que se ha vuelto un hecho rutinario. El disparador de la trama se sucede cuando Nikola y su esposa intentan concebir un bebé y el fraternal hermano borracho dona su esperma a la causa. El resto es historia mientras las relaciones, las dobles vidas y los secretos se entrecruzan.
Lo que debería ser un ambiente depresivo y casi trágico se convierte un entretenimiento absoluto, donde el espectador se encuentra tomando un lado con este grupo de horribles personas que no hacen más que lastimarse entre ellas. Ciertamente una mirada en tono de comedia de la bizarra complejidad de las relaciones y cómo las personas están tan trastornadas y confundidas que lo que era odio se torna en amor en un parpadeo. Los absurdos niveles de planeación a los que los protagonistas recurren para saciar su lujuria se ven hilarantemente desesperados, cuando en una situación normal sería sencillamente insoportable.
El director Rajko Grlic incorporó una comedia romántica a un extraño mundo con este film, y mientras uno no puede más que querer odiar a los personajes por sus vicisitudes, es imposible dejar de pensar qué harán más tarde. Incluso después de todas sus trampas, sus mentiras y los adulterios, terminan juntos, descubriendo que al final de cuentas se tienen el uno al otro.
Todo se mezcla entonces en una doble vida, en las relaciones paralelas de esta historia agridulce sobre la búsqueda incesante de amor y felicidad, sobre la lujuria que nunca duerme y las posibles y terribles consecuencias de encontrarse a uno mismo, aunque sea accidentalmente, en la cama de alguien más. El conjunto está bien servido en un equilibrio delicado entre la comedia y el drama.