Este producto, no se me ocurre otro calificativo, está basado en una novela, que después de ver el resultado no me dan ganas de leerla, por lo cual tampoco puedo calificar a la misma de obra literaria, una novela también puede resultar en un pasquín.
“Todo, todo”, pero todo, es narrado por la protagonista, una adolescente de 17 años que vive encerrada en una casa de cristal, hermética. Durante el transcurso de la narración sabemos de sus sueños, de poder vivir una vida normal, pero por una rara enfermedad no puede tener contacto con el aire exterior pues es alérgica a todo. ¿?
Claro que esa tiene un nombre, existe, pero la variable que la aqueja es tan real como el salariazo otorgado por Carlos I de Añillaco, acá por los años ‘90.
Vive con su madre, a solas, con la única visita de una enfermera que la cuida desde los dos años de edad como contacto con el exterior.
Las razones de esa soledad constitutiva es explicada verbalmente, como si hiciese falta. No hace falta, no agrega nada al conflicto interno de la joven, bueno, en realidad tampoco este está “demasiado” desarrollado, a decir verdad, nada desarrollado.
Pero todo cambia cuando en la casa de al lado se muda un joven del mismo grupo etario, y las miradas que se cruzan y la previsibilidad dice presente.
Entonces comienza la improbable historia de amor de Maddy, una chica inteligente, curiosa, creativa, que, a causa de esa enfermedad, no puede abandonar el ambiente protegido que le creó su madre, una medica especializada en Dios sabe que especialidad, y Olly, el nuevo vecino de al lado, Pero “el amor es más fuerte”, como cantaba Fernán Miras, también en los ‘90.
Las hormonas de Maddy están en ebullición, pero la madre no lo registra. La joven exasperada por aprehender y experimentar no sólo el mundo exterior, eso queda claro por lo predecible tonto y redundante del texto. El nexo entre los jóvenes se da por la cibernética, internet, celulares, watts ap. sms, señales de humo, (el joven, ella no puede por su enfermedad) y las miradas, cruces y lectura de labios....
Ella termina arriesgando todo pero todo, apoyándose en la idea de que vivir no es durar, y que por amor todo es posible y necesario. Hasta cita a “El Principito”, de Antoine Saint-Exupery, nada los detiene,. ni a los personajes ni a los responsables principales.
Tampoco da para hablar del diseño de sonido, con canciones que sólo refuerzan el tono de las imágenes, sean estas románticas o tristes, de estructura hiper clásica, recorrido progresivo, del relato hasta los créditos.
En realidad, sobre el final hay un giro imprevisto en la historia, toda una locura, pues no todos son lo que parecen, pero a esa altura, el aburrimiento ya derroto al espectador. Entonces ni dan ganas de pensar en lo idiota que fue todo, todo, y que ese viraje sólo hace hincapié en lo inverosímil.
Establecido como un producto para adolescentes, que son los que realmente están en peligro al consumir estos representantes claros de la decadencia de la cultura en todo el orbe.