Basada en la novela homónima de Nicola Yoon, Todo todo es una historia de amor adolescente que cae en los típicos clichés y en conceptos reiterados en películas anteriores: una rara enfermedad, romance revolucionario, vínculos inconclusos y diálogos exagerados se asoman en el filme de Stella Meghie.
La premisa es simple: Maddy es una chica de 18 años, que sufre una rara deficiencia en su sistema inmunológico y puede morir si sale de su casa. Entonces pasa sus días encerrada en una “casa de cristal” con el solo contacto humano de su madre, su enfermera y la hija de la última. Su conocimiento del mundo es a través de libros e internet. Lo que tiene a su favor es su imaginación sobreestimulada.
Nos enteramos de todo esto a través de sus palabras, ella va a ser la que narre toda la película. Un recurso un poco básico en el guion, pero que cumple su función. Sin embargo tiene un problema fundamental y es la falta de información, no dan detalles de su enfermedad, tampoco explican cómo es posible que sólo tres personas puedan entrar a la casa sin generarle ningún daño ni cómo una joven se adapta así de simple a este estilo de vida sin tener un mínimo acto de rebeldía.
Todo eso cambia cuando conoce a Olly, su nuevo vecino. Da la casualidad de que la ventana de Maddy da a la ventana de Olly y logran iniciar una relación más fluida teniendo en cuenta el contexto. Es en este nuevo vínculo que Maddy se da cuenta lo incompleta que se siente y cómo necesita la presencia de este joven en su vida. Tanto es así que decide fugarse con él a Hawaii haciendo caso omiso a las instrucciones de su madre.
Lo que sigue es predecible para cualquier espectador que haya visto más de dos películas románticas. Lo que se puede rescatar es que finalizado el tercer acto intentan dar una vuelta a la historia y se crea un efecto sorpresa. Dejando eso de lado, el film no logra generar empatía y tampoco deja un mensaje claro.
Los dos personajes principales tienen carisma y buena química en pantalla, pero eso no alcanza cuando sus diálogos son vacíos y rozan la superficialidad. El problema principal de Todo todo es que no se establece ningún vínculo con el público en general. Lo más frustrante de la película es que busca un solo tipo de audiencia: las adolescentes. Pareciera ser que Hollywood pretende vender este tipo de historias a un estereotipo de jóvenes con hormonas revolucionadas que lo único que les interesa es el romanticismo en exceso.