Laura (Penélope Cruz) regresa al pequeño pueblo de España de donde es originaria para un casamiento familiar, acompañada de sus hijos. Su esposo (Ricardo Darin) se queda en Argentina con pretextos laborales. Todo es alegría y algarabía hasta que, en plena celebración y en medio de una tormenta, se corta la luz e Irene, la hija adolescente, desaparece. A medida que avanza la trama y tiempo para conseguir el dinero para pagar el rescate de la joven se agota, salen a la luz una serie de odios, envidias y resentimientos por cuestiones de dinero que hacen que todos en la familia se conviertan en sospechosos de haber perpetrado el secuestro.
A pesar que la propuesta del iraní Asghar Farhadi se queda a mitad de camino entre un thriller y un drama familiar, hay un elemento de este híbrido que se vuelve, por momentos, interesante. Es que el secuestro estructura una trama policial cuyas pistas son internas familiares. La hija desapareció sin dejar rastros y la manera que emplean para encontrarla es tejer hipótesis sobre quién puede haber sido en base a sus vínculos familiares. El envidioso, el deudor y el despreocupado se convierten entonces en sospechosos de un delito y esos mismos vínculos, tapados por la apariencia de la armonía y la felicidad, entran en crisis.
Por momentos los diálogos toman un tinte melodramático, pero del melodrama del lugar común de las telenovelas. Si estás muy enganchado con la trama policial y no empatizaste con los vínculos familiares probablemente te fastidies, o te causen gracia. Y sobre la trama policial en si…si prestas atención a los personajes desde el principio seguro te das cuenta quien es al menos uno de los involucrados: la trama se esfuerza por mostrar muchos cabos sobre los personajes que al principio aparecen sueltos y luego va atando. Y aquellos que no ata te señalan a los responsables de modo alevoso.
Sobre la pregunta por elenco, lo mejor es el trabajo de Penélope Cruz. Javier Bardem, quien da vida a Paco, un interés romántico de Laura antes de casarse, es tan intenso en sus intervenciones que te agota el hecho de verlo. Lo destacable de la intervención de Ricardo Darin es que encarna una visión religiosa tan arraigada que roza la parodia. Su única solución para todo es tener fe. El problema, por supuesto, es que en el tiempo “iraní” que se toma Farhadi para contar lo que sucede no hay lugar para la parodia y el verosímil se va de tono, lo mismo que los ribetes melodramáticos.
El hecho que haya muchas cosas que todos saben pero callan sumado a la presión del riesgo que corre la vida de Irene logra por momentos acumular cierta tensión pero nunca explota, sino que se va diluyendo de a poco hasta llegar a un climax cuya resolución medio que no le importa a nadie.
En síntesis: si logras entrar en el código que propone, débilmente, el director, la vas a pasar de diez. Si te aburrís o no empatizás del todo con la situación es posible que, incluso, algunos pases de diálogo te causen gracia.