Estrenada en la apertura y dentro de la Competencia Oficial del último Festival de Cannes, la nueva película del iraní Farhadi (doble ganador del premio Oscar al Mejor Film en Idioma no Inglés por La separación y por El viajante) es una incursión pintoresca y tenebrosa a la vez en el corazón de la familia española con todos sus secretos y mentiras. El resultado, sin alcanzar las alturas de los mejores trabajos del talentoso guionista y realizador de About Elly, no deja de ser atrapante e inquietante.
Todos lo saben arranca en un campanario y con unos pájaros revoloteando en su interior. Una imagen propia de un clásico film de suspenso. Y bastantes elementos propios del thriller hay en el más reciente trabajo del doble ganador del Oscar por La separación y El viajante (el disparador de los diversos conflictos es el secuestro de una adolescente y el posterior pedido de rescate), aunque en este caso con una apuesta coral para un complejo entramado de relaciones familiares, una dinámica comunitaria con el típico esquema de pueblo chico-infierno grande, una fuerte impronta moral que por momentos remite al cine de Claude Chabrol y una estructura narrativa ligada a la literatura de Agatha Christie en la que todos los personajes parecen tener motivos suficientes -económicos y/o afectivos- como para ser responsables de cometer las peores maldades.
Laura (Penélope Cruz) y sus dos hijos (la adolescente Irene y el pequeño Felipe) llegan a España para asistir a la boda de la hermana de la protagonista. En Buenos Aires ha quedado su marido Alejandro (Ricardo Darín) por cuestiones laborales. En el bucólico pueblo donde está la casona familiar Laura se reencuentra con su inmensa familia y también con Paco (Bardem), quien 16 años atrás fuera su pareja y hoy es uno de los dueños de unos viñedos de la zona. Los primeros minutos se concentran en la llegada de los invitados, el casamiento en la iglesia y la fiesta. Sin embargo, en medio de la celebración, se produce un corte de luz y se destata una tormenta. En ese contexto, la impulsiva y algo rebelde Irene desaparece. A los pocos minutos sus captores escribirán mensajes pidiendo un rescate de 300.000 euros. Ese es el punto de partida de una película que, a partir de allí, comenzará a construir numerosos enigmas, giros dramáticos y a exponer por qué cada integrante del clan familiar, como así también sus amigos y vecinos, tienen cosas para ocultar. Secretos y mentiras, traumas y miserias que llevan a Farhadi a concretar un ensayo sobre el orgullo, la culpa, la fe y la redención.
La primera incógnita que generaba Todos lo saben era saber si Farhadi -que no habla español- podía conseguir diálogos y actuaciones creíbles y -más allá de los inevitables desniveles que hay en todo elenco- el resultado es más que satisfactorio. Sin embargo, como ocurría en El pasado -filmada en francés- el mecanismo, las costuras, las múltiples piezas del guión se notan más y la narración por momento resulta menos fluida (más “teatral”) que en sus films 100% iraníes.
Como algún colega insinuaba tras ver la película en el último Festival de Cannes, con Todos lo saben -fotografiada con elegancia por el mítico José Luis Alcaine- Farhadi demuestra, por un lado, que puede filmar con solvencia en cualquier lugar del mundo, pero también -como ocurrió con Woody Allen- perder en esa gira internacional parte de los matices, de los detalles y del color local que lo convirtieron en una figura insoslayable del cine iraní y mundial.