No hay ley más universal que la que afirma que en pueblo chico el infierno es grande. Y algo parecido a una pesadilla es lo que debe atravesar Laura ( Penélope Cruz ) luego de regresar temporalmente a su terruño, una pequeña ciudad española en la que todo el mundo se conoce. Y en la cual, como bien reza el título, todos parecen saber eso que debería ser considerado un secreto.
El debut del cada vez más cosmopolita realizador iraní Asghar Farhadi ( La separación, El viajante) en idioma español lo encuentra surcando las aguas del melodrama familiar y el thriller, aunque se trata de meras herramientas para una vivisección de los intereses afectivos y económicos que atraviesan a una familia por demás extendida. La primera hora de Todos lo saben promete y, en cierta medida, cumple. Al menos en términos de tensión narrativa. Laura viaja desde Argentina sin su marido (Ricardo Darín ) pero acompañada por sus dos hijos, y el reencuentro con padres, hermana (quien está a punto de casarse), sobrinos y amistades anticipa días felices. Pero la alegre fiesta de casamiento deviene en una crisis: la hija adolescente de Laura es secuestrada y el rescate asciende a varios cientos de miles de euros. A partir de ese momento, la olla comienza a mostrar signos de presión y no pasará demasiado tiempo hasta sea destapada, revelando amoríos del pasado, conflictos intrafamiliares y enfrentamientos con otros clanes.
Javier Bardem encarna al dueño de unos viñedos y la actriz española Bárbara Lennie a su pareja; en más de una ocasión, este último personaje funciona como los ojos del espectador, descubriendo junto a ella los nuevos detalles de una trama cada vez más espesa. En algún momento de ese derrotero Farhadi deja de hacer pie y reemplaza las libertades narrativas por una estructura de causas y efectos rígida, un mensaje de orden moral apuntalado por una gravedad autoimpuesta. A pesar de su prominencia en los afiches publicitarios locales, Darín interpreta un papel secundario; el personaje está escrito de manera esquemática y su ex adicción al alcohol reconvertida en devoción religiosa roza por momentos la parodia involuntaria.