El premiado director iraní Asghar Faradi se centra en una historia que bien podría sintetizarse en “pueblo chico, infierno grande”, lo hace de menara tal que a simple vista diera la sensación de estar frente a un entrecruzamientos de género, el drama y el policial. El problema radica en la desigual proporción de valía entre uno y otro dentro del relato, la construcción y su desarrollo, siendo el drama el de mayor peso a consecuencia de lo cual la trama de suspenso queda desdibujada. Por momentos, previsibilidad de la misma, o alguna que otra incoherencia sostenida y estructurada desde un forzamiento narrativo, cuando no dialógico.
Sin embargo el realizador, el mismo de “La separación ” (2011) y “El viajante” (2016), filmes que obtuvieron sendos premios de la Academia de Hollywood y catapultaron al realizador en términos internacionales, recurre a una historia policial para intentar sostener un ritmo, que termina no lográndolo, pero si consigue mantener la atención del espectador dentro de la trama familiar con cierto despliegue social, temas que maneja muy bien.
Posiblemente al responsable de éste filme, en calidad de guionista y director, se lo pueda considerar a partir de los temas que frecuenta, como un director más global que regional, si bien sus historias son locales las temáticas se universalizan fácilmente, “pinta tu aldea y pintarás el mundo” decía León Tolstoi.
Abre con imágenes de un secuestro, recortes de diarios. y en montaje continuo los mecanismos del reloj del campanario de la iglesia del pueblo, orificios por donde se escapan las palomas. Una funciona directamente casi de manera literal, la otra sin ser una metáfora se sostiene desde lo metonímico, el problema es que ambas apuntan a la variable del thriller que intenta desplegar el filme y fracasa.
La historia en tanto relato dramático se centra en tres personajes, Laura (Penélope Cruz) con motivo del casamiento de su hermana, regresa a su pueblo natal en España, la acompañan sus dos hijas, producto de su matrimonio con Alejandro (Ricardo Darin), quien se quedó en Buenos Aires por cuestiones laborales.
Tanto en la aldea como en la reunión familiar nada es lo que parece. Aparece Paco (Javier Bardem) ex novio de Laura- Todo es alegría, hasta que desaparece la hija mayor de la recién llegada y piden rescate.
Es en este punto donde el director juega sus mejores armas, el desplegar las miserias humanas, sus temas preferidos, el amor, la traición, la amistad, lo moral y lo ético, la venganza, los deseos, la mentira, la envidia, y principalmente el silencio de casi todos los involucrados.
Si bien desde su construcción narrativa el desarrollo no presenta grandes fisuras, si desde el guión, aplicando este concepto en la recurrencia a los diálogos explicativos, salvados en gran medida al aporte de los actores antes nombrados- Javier Bardem sigue sorprendiendo, Ricardo Darin cumple como siempre, Penélope Cruz parece haber encontrado en Asghar Farhadi a un otro que Pedro Almodóvar, quien supo sacar siempre lo mejor de la actriz española, en este caso construyendo un personaje y representándolo de manera maravillosa, sumados a Inma Cuesta y Eduard Fernández quienes aportan con mucho más que solvencia en papeles secundarios de vital importancia.
Sobre el final, al que se le siente como apresurado por el tiempo transcurrido, un giro del relato presenta uno de los temas más interesantes, el de la doble moral, pero no se desarrolla, queda la duda si por elección del responsable o por falta de tiempo.
Lo dicho, dos películas en una, podría pensarse como subtramas una dentro de otra o viceversa, muy desparejas entre ellas, una lástima.