Si hay algo que pone en riesgo un cineasta de corte autoral haciendo cine “for export” es la profundidad de su identidad narrativa. Algunos, pocos, han logrado atravesar las barreras de su idioma natal, de sus fronteras territoriales y mantener a pesar de ello la arrasadora fuerza de su sello identitario, que es algo que excede a lo que llamamos “estilo” algo que puede ser una impostura o una mera forma superficial.
El realizador iraní Ashgard Farhadi, fue una revelación como narrador cuando nos conmovió con su filme La separación (2011) un hallazgo estético y ético para la cinematografía de Irán y los cineastas de la periferia que abordaban estos temas tal vez con resultados más imprecisos. Aquí en cambio la fuerza de la trama y sus personajes se aliaba a la disyuntiva moral que se planteaba y a una cámara testigo dinámica y cómplice del relato.
En este filme Farhadi se dedicó a hablar de su cultura y las problemáticas contradicciones que allí se anidan. Los valores, los roles femeninos y masculinos, la vida atravesada por la religión que los representa, la actualidad de ese mundo cotidiano, la lucha de clases, la pérdida, el poder. Representó un fragmento de un mundo, impactante, conmovedor y en especial lejano a nosotros. Podíamos mirar a la distancia y aun así identificarnos con sus emociones.
Todos lo saben es un relato instalado en la cultura hispana, es sin ir más lejos una historia que se desarrolla en un pueblo del sur de España al que Laura (Penélope Cruz) llega para la boda de su hermana, junto a su hija, la rebelde adolescente Irene, y el pequeño Felipe. Por motivos “laborales” su marido Alejandro (Ricardo Darín) se ha quedado en Buenos Aires.
Allí los espera todo el clan familiar al que se suma Paco (Javier Bardem) al que vemos como un íntimo amigo de toda la familia, pero que en realidad hace 16 años fue pareja de Laura y hoy es dueño de tierras que antaño fueron de la familia donde hoy Paco tiene uno de los más importantes viñedos de la zona.
La trama presenta durante casi 40 minutos toda la puesta en escena del casamiento. La llegada de decenas de invitados, los preparativos para la boda, el seguimiento de cada uno de los integrantes de la familia siguiendo el paso a paso del festejo. La iglesia, la fiesta en donde estallan el baile y las risas, y en especial las andanzas de Irene que en complicidad con un lugareño hace la suya sin ningún control. Y aquí se dispara el conflicto que empuja la narración hasta el final: en medio del festejo ella se marea y es llevada a su cuarto junto con su hermano en plena noche de juerga. No mucho tiempo después Laura, su madre, descubre que Irene ya no está allí. Y no es esta vez una de sus locuras, un mensaje deja al desnudo lo que sucede: la adolescente ha sido secuestrada y piden por ella un rescate de 300.000 euros.
Hasta allí la media de los espectadores podríamos haber supuesto por comentarios de los personajes y actitudes de Laura en varias escenas que esa suma no es imposible ella y su esposo ya que su posición económica parece ser más que holgada. Pero el conflicto será radical cuando sepamos que contrario a lo que “todos suponen” (creo que así se debería llamar el filme) la familia de Irene no tiene recursos suficientes, más bien están más cerca del desempleo que otra cosa.
El juego que establece el director en el guión es el de los secretos escondidos entre todos, esos que todos saben y nadie dice. El melodrama pareciera querer dominar el territorio narrativo pero no logra sentar bases suficientes ya que el intento de relato policial o thriller empuja para hacerse lugar aunque tampoco tenga la consistencia necesaria para llamemos a este filme un verdadero relato de intriga.
Los temas que marcan presencia en el filme están muy relacionados a los propios de la cinematografía de Farhadi: la culpa, la fé, los valores morales, lo oculto y el poder del engaño. Estos tópicos nos atraen hacia la trama, pero muchas veces están tratados de manera tal que percibimos la distancia cultural entre el universo hispano y lo que al director lo deslumbra de manera que no logra darle un revés a esa situación. Por ejemplo la construcción de “el secreto” en la cultura latina es muy distinto a como logra desnudarla Farhadi, y esos elementos lejos de sorprendernos nos resultan algo obvios pues ya los hemos naturalizado y requerimos de otra perspectiva para revisar esta construcción. La mirada de Farhadi sobre nuestras traiciones y miserias no logra ser lo suficientemente profunda, por lo que no atraviesa a los personajes y los hechos con tanta solvencia como lo ha logrado en sus filmes locales.
José Luis Alcaine con la Dirección de Fotografía hace un trabajo impecable de climas diversos, y las actuaciones, en especial las femeninas, brillan por su dramatismo y su intensidad. Finalmente el director nos demuestra que es un profesional que puede narrar con eficacia en otros idiomas, pero “eficacia” no es la palabra más emocionante a la hora de ver un filme de corte autoral.
Por Victoria Leven
@LevenVictoria