Siempre se vuelve al primer amor
Entre el sentimentalismo meloso con lastre televisivo y el humor filoso de una sitcom norteamericana transcurren los 120 minutos de esta comedia romántica “alla Gabriele Muccino” (El último beso, Ricordati di me) llamada Todos tenemos un ex.
Este film, que causó furor en la taquilla italiana con más de dos millones de espectadores, se estructura de forma episódica y coral para recorrer los lugares comunes de toda pareja que se separa tras romperse el idílico romance de los primeros tiempos. Son seis historias que pueden dividirse generacionalmente; es decir, pareja joven que debe separarse por motivos laborales de ella; pareja madura que lleva muchos años de casados y deciden divorciarse entablando una batalla feroz en la que se sacan los ojos; ex novio policía que persigue a la nueva pareja de su ex y lo amenaza permanentemente; cura que debe casar a su antigua novia por quien al fracasar en la relación de pareja decidió seguir los caminos del señor, y por último la historia de un psicólogo separado y mujeriego que debe hacerse cargo de hijas adolescentes tras la muerte de su ex esposa.
Historias que se entrelazan a partir de hechos anecdóticos, que por lo general operan más en un sentido melodramático que cómico y desgastan el relato con los inevitables altibajos producidos al mezclarse con trazo grueso situaciones hilarantes y momentos de honda tristeza.
A veces los sobrediálogos y la ampulosidad de algunas actuaciones desentonan con la levedad y superficialidad con que se maneja el director Fausto Brizzi, quien pese a estos sobresaltos sostiene la fluidez y el ritmo de esta comedia apenas agradable a la que nueve nominaciones a los premios David di Donatello (algo así como el Oscar italiano) le quedan demasiado grandes.