Nicolás Teté tras los secretos de una familia Nicolás Teté transmite con claridad un relato que tiene mucho de televisivo, pero no por eso, menos válido. Nicolás Teté es un realizador que se educó formalmente en la Universidad del Cine, e informalmente a través de horas y horas de televisión. Tanto en sus anteriores proyectos, como en sus escritos, la cultura popular define y forja sus guiones, razón por la cual no le es ajeno a sus proyectos el final feliz, las resoluciones “mágicas” de situaciones, y, principalmente, la evocación a géneros considerados menores por la crítica especializada como la telenovela y la comedia costumbrista que se multiplicó en la TV durante un tiempo. En su nuevo opus, Todos tenemos un muerto en el placard o un hijo en el clóset (2020), a partir del relato de las vicisitudes de Manuel (Facundo Gambandé), un joven que decide volver a su pueblo natal para enfrentar a sus padres, luego de haber “salido del clóset” y comunicarles la decisión de viajar al exterior para encontrarse con su novio, se desnuda la fuerte pregnancia de costumbres que hasta hoy en día permanecen como vectores de los comportamientos y decisiones de miles de personas. Pero los planes de Manuel se complican, y minutos antes de viajar a Villa Mercedes, San Luis, su realidad cambia de un momento al otro, por lo que ese viaje de revelación, se convertirá en una desafortunada travesía hacia la intimidad de su familia, la que, aun habiendo aceptado su identidad sexual, continua manejándose con viejos mandatos y la férrea convicción que es más importante la mirada de los otros y el qué dirán que realmente el acompañar a sus descendientes en cada paso que den o deseen dar. En esa vuelta del hijo no pródigo, más la vuelta del que sí es considerado una leyenda del pueblo, el hermano de Manuel, Todos tenemos un muerto en el placard o un hijo en el clóset desanda y desnuda las miserias y secretos de un grupo familiar que esconde bajo la alfombra aquello que no quiere que se revele hacia el exterior, manteniendo las apariencias aún a expensas de imaginar las peores soluciones para los sucesos que la vida les presenta. El guion de Teté se introduce en ese hogar que se mantiene cual castillo de naipes, y en donde la palabra, los gestos, las decisiones, son posibles causales de derrumbar rápidamente las convicciones de cualquiera, y, de manera inteligente, aún en la diversidad que presenta, construye a Manuel con contradicciones, con sus manías y obsesiones, y con su necesidad de estar acompañado siempre (mandato), pese a que cuando se lo presenta en solitario, bailando "Tu Veneno", de Natalia Oreiro, o cumpliendo con sus verdaderos sueños, es cuando realmente lo pinta en cuerpo y forma. Facundo Gambandé se pone de una manera solvente en la piel y el alma del protagonista, logrando que su personaje transmita empatía y emocione cuando se le revelan las verdaderas vicisitudes a las que debe atender en su vida. Lo acompañan con logradas performances María Fernanda Callejón, componiendo a su madre, Clara, un personaje ambivalente, contradictorio, plagado de miserias, y la joven Antonella Ferrari, en una fresca actuación, como la hermana menor. Lucas Ferraro como un ex docente de Manuel, que vuelve a su vida en otro plan, también transmite correctamente su rol, en una propuesta que por momentos cae en lugares comunes y estereotipos, pero que al superar sus propios límites, permite revelar, desde la particularidad de la vida de una familia de una pequeña ciudad, todo lo que aún falta en materia de conquistas de derechos e igualdad.
“Todos tenemos un muerto en el placard o un hijo en el closet”. Crítica. Pactos de silencio. La película escrita y dirigida por Nicolás Teté tendrá su estreno el día 12 de agosto en el cine Gaumont y espacios INCAA. Además podrá verse por Cine.ar TV, el jueves 12 a las 22 hs y el sábado 14 a las 22 hs. En tanto, desde el viernes 13 de agosto por única semana estará gratis por Cine.ar play. El film que obtuvo el premio del público en el Pride Queer Film Festival en Australia narra la historia de Manuel (Facundo Gambandé), un joven que vuelve a su pueblo natal, para la celebración de aniversario de boda de sus padres. La última vez que compartió un evento familiar fue hace varios años, en una cena de Nochebuena donde decidió contarles a sus padres sobre su sexualidad. La primera imagen que abre la película, es la de Manuel corriendo, si bien corre a modo de entrenamiento junto a su pareja, esto será un símbolo de ese enfrentamiento con el que, el protagonista debe lidiar en sus relaciones familiares, al escaparse constantemente ante la no aceptación de sus padres. Al entrar a su casa de nacimiento, una alarma comienza a sonar, como si este hijo que vuelve para ver a su familia fuese un intruso y a pesar del emotivo recibimiento, tanto de su padre Luis (Diego De Paula), como de su madre Clara (María Fernanda Callejón), una atmósfera de incomodidad se genera al instante. Es aquí cuando los pactos de silencio parecen tambalearse, pactos que surgen a veces de manera implícita y otras tantas de forma explícita, pero que de todas formas intentan ocultar situaciones fingiendo, que algunos hechos no han sucedido. En este sentido, Manuel intenta por todos los medios acercarse a sus padres, para hablar de su pareja y proyectos juntos, sin embargo estos esquivan la conversación, sobre todo en espacios públicos. Actitud que se verá luego en otras situaciones, con los otros hijos, dejando en claro el control que los padres quieren inferir hacia las apariencias, más preocupados por “el qué dirán” que por cuestiones afectivas. Una película, que no busca caer en golpes bajos, ni sumergirse en el típico drama del protagonista, que sufre a escondidas. De esta forma, el realizador conduce con gran destreza el relato, para que se desarrolle de tal manera, que el espectador pueda disfrutar de la trama a pesar de la problemática planteada, con situaciones y diálogos que resultan cotidianos y reflexivos, dentro de algunos ámbitos territoriales, enmarcados aún por la discriminación y el discurso homofóbico. Dirección Montaje Arte y Fotografia Música Actuación Manuel viaja a su ciudad natal, para el aniversario de boda de sus padres, un viaje que despertará antiguos asuntos familiares. User Rating: 4.73 ( 2 votes)
Apariencias “Todos tenemos un muerto en el placard o un hijo en el closet, 2020”, el largometraje de Nicolas Teté se construye de manera hábil sobre la expresión que le da título, si bien aparenta ser un filme simple y pequeño, consigue con creces hablar y reflexionar sobre los conflictos familiares desde una perspectiva contemporánea." Todos tenemos un muerto en el placard o un hijo en el closet. 2020. La historia se centra en Manuel (Facundo Gambandé) quien viaja a su ciudad natal para el aniversario de casados de sus padres, para conseguir dinero y así poder irse a vivir con su novio Máximo (Ramiro Delgado) a Dinamarca. La última vez que Manuel vio a su familia salió del closet y eso tornó la relación complicada. Sin embargo, sus planes se cancelan porque su Máximo lo deja y entra en una crisis existencial. El viaje servirá para rearmar el vínculo con sus padres, conocer un secreto que todos le esconden a su hermano y descubrir qué quiere para su futuro. ¿Aunque estética y formalmente la película se inclina por una propuesta más cercana al universo televisivo, el director y guionista Nicolas Teté, consigue cierto vuelo cinematográfico, gracias a un personaje protagónico con una necesidad inicial clara y una buena construcción de la necesidad dramática. Consiguiendo así que la máxima del guion -el conflicto es historia, el personaje es conflicto- se plasme a lo largo del relato y el espectador empatiza desde el comienzo. El tono y el género que propone es totalmente acertado: anclado en la comedia dramática con rasgos puramente costumbristas, los lugares comunes y ciertos clichés terminan perdiendo protagonismo para fortuna de los espectadores. Si el elenco en su conjunto está a la altura, destacan Facundo Gambandé que realmente pone el corazón y el alma y una María Fernanda Callejón que es toda una revelación construyendo a esa madre conservadora y de sentimientos contrariados. "Todos tenemos un muerto en el placard o un hijo en el closet merece ser vista para comenzar a deconstruir los mandatos familiares, que en los tiempos que corren más que sentirse pasados de moda perjudican con heridas que parecen nunca sanar." Clasificación: 7/10 Ficha Técnica: Título original: Todos tenemos un muerto en el placard o un hijo en el closet Año: 2020 Duración: 103 minutos Guión y dirección: Nicolás Teté Productores: Nicolás Teté, María Vacas Productora Ejecutiva: María Vacas Dirección de Fotografía: Ignacio Aveille Dirección de Arte: Marina Lara Montaje: Daniela Benedetti Dirección de Sonido: Lara Baldino Asistente de dirección: Juan Andres Galli Continuista: Guillermo Felix Maquillaje: Alberto Schuster Vestuario: Julieta Boretti Jefe de producción: Santiago Bazla Cassina Música Original: Esteban Ramos Elenco: Facundo Gambandé María Fernanda Callejón Diego De Paula Antonella Ferrari Mateo Giuliani Pablo Valdés Norma Argentina Ramiro Delgado Lucas Ferraro Ricardo Galli Mónica Díaz Abril Beltrán
Secretos de familia Todos tenemos un muerto en el placard o un hijo en el clóset, la película de Nicolás Teté, narra en clave de extraña comedia la historia de Manuel, interpretado por Facundo Gambandé, quien debe lidiar como puede con una familia cuyas cabezas tildan de intolerable molestia social la homosexualidad. Eso nada más para arrancar, en un torrente de situaciones que rozan lo intolerable. Una vez que decide volver a su pueblo natal para enfrentar a sus padres y darles la noticia de que viajará para encontrarse con su novio, no solo vemos en carne viva los valores y costumbres de su familia a partir de viejos mandatos, sino además cómo sus planes se complican y cambia su realidad. La producción tiene buenos momentos y si la necesidad o el interés de la película fuera el de ocupar un espacio super comercial, lo lograría, tal vez, sin despeinarse. Y es que el tono que utiliza oscila entre cierto “naturalismo” actoral en el elenco y una especie de juego de videoclip que bien podría ser parte de un thriller prometedor. Sin embargo, el clímax desequilibrante se siente vibrando eventual en el transcurso de la duración del film, que parece no suceder nunca. Si la histeria de un padre que sabe vivir de las apariencias (y hasta es posible ver que lo disfruta) y una madre que se entiende sumisa en una felicidad proto fingida, en un accionar cuasi adolescente son lo formadores de los niños y adolescentes que el patriarca desea prodigios, es realmente cruel lo que puede esperarles en su crecimiento y desarrollo. Se espera el éxtasis, que se sienta real, que mueva (de forma sencilla o amenazante) la realidad de los personajes. Tal vez sea mi error, que no alcancé a empatizar del todo con Manuel y su familia. O porque sentí que le calzaría mejor otro género cinematográfico. Por suerte para todos, es el director el que elige, y no yo. Todos tenemos un muerto en el placard o un hijo en el clóset es una película que se deja ver y tal vez estos elementos con los que la describo (y la misma historia es) puedan hacer más tolerable la vida para los “Manuel”, que poseen carnadura real en el mundo que hoy nos cobija ( y en este contexto es una manera de decir).
Es muy común la frase “Cada familia es un mundo”, pero no siempre es fácil percibir las complejidades de esos mundos, en especial cuando mantienen cierto estatus. Ese es el caso de Todos tenemos un muerto en el placard o un hijo en el closet. Manuel (Facundo Gambandé) viaja de Buenos Aires a su Villa Mercedes natal, por el 25 aniversario de casados de los padres. También quiere aprovechar para pedirles dinero que le permita irse a vivir a Dinamarca con su novio. Pero entiende que la relación con ellos quedó rara desde la Navidad anterior, cuando les confesó su homosexualidad. Además, los padres parecen más preocupados por la llegada de otro de sus hermanos, un tenista que triunfa en el exterior. Manuel tiene un recibimiento dispar, y eso lo molesta. Y cuando su novio lo abandona vía Skype, su futuro parece derrumbarse. ¿Algo más? Descubre que los padres ocultan un secreto referido al hermano tenista. Pero en medio de aquel contexto tan incierto encontrará la oportunidad de encauzar su vida y la relación con quienes lo rodean. Nicolás Teté ya había dirigido Últimas vacaciones en familia y Ónix (además del documental La vida sin brillo, junto a Guillermo Félix). Una vez más, el núcleo es la familia y la acción sucede en San Luis, de donde proviene el director. Una vez más, tenemos un coming of age que mezcla comedia, drama y ternura. Pero aquí Teté presenta una apuesta más ambiciosa, que no deja de ser intimista y personal, y con una notable madurez visual y narrativa. Es emotiva, aunque sin golpes bajos, y tiene su costado satírico, pero con un cariño genuino por los personajes. Como en las películas anteriores, las escenas incluyen planos secuencia -o muy pocos planos- que priorizan la fluidez de las actuaciones. Y deteniéndose en el elenco, Facundo Gambandé brinda una actuación completa; sabe transmitir las angustias, las alegrías y toda la gama de emociones que atraviesa Manuel. El elenco secundario es igual de notable. Vale detenerse en María Fernanda Callejón como Clara, la madre; una mujer que no termina de procesar la orientación sexual de su hijo, aunque no por eso deja de amarlo. Todos tenemos un muerto en el placard o un hijo en el closet nos recuerda las particularidades de una familia y el dolor que muchas veces implica crecer, además de que evidencia la evolución de su director.
Dulce historia LGBTIQ+ El cineasta y escritor Nicolás Teté cuenta una historia que es moneda corriente entre las personas LGBTTIQ+ en un tono de comedia dramática que posiblemente ayude a instalar en sectores más cerrados la importancia de la aceptación y respeto al otro. Asumirse como disidencia ante la familia, el círculo más íntimo y en el que teóricamente todxs deberían poder sentirse contenidos, es un acto de valentía y orgullo importantísimo que no siempre cae bien. Son tristes pero comunes las historias de exclusión, violencia y discriminación en las vidas de miles de personas que integran la comunidad LGBTTIQ+. Todos tenemos un muerto en el placard o un hijo en el closet, la nueva película del director y escritor Nicolás Teté, parte de esta realidad para tejer una historia de recomposición de lazos un tanto melodramática pero con un objetivo muy noble que se intensifica al estrenarse de forma nacional en CINE.AR: llegar a las casas más conservadoras y sensibilizar con un mensaje de amor, aceptación y respeto hacía el/la otrx. Manuel (Facundo Gambandé) viaja a su ciudad natal para el aniversario de boda de sus padres (María Fernanda Callejón y Diego De Paula) buscando conseguir dinero y poder irse a vivir con su novio a Dinamarca. Al llegar a la casa de su familia su novio lo deja y entra en crisis con su vida. El viaje sirve para despertar problemas familiares: la no aceptación de su sexualidad, el enojo del padre porque nadie quiere ocuparse de la fábrica de pastas familiar y un secreto de su hermano, que la familia esconde bajo la alfombra, Todos tenemos un muerto en el placard o un hijo en el closet danza entre la comedia dramática y el culebrón adolescente, subgénero que popularizó en televisión la productora Cris Morena en los '90. El resultado del combo es tierno y entretenido, Quien merece un párrafo aparte es María Fernanda Callejón, en el rol de la mamá que adora a su hijo pero no termina de procesar su homosexualidad. Transmite la fragilidad justa para empatizar con el personaje que, en opinión de quien escribe, tiene el mejor crecimiento narrativo de la historia. No solo evoluciona (o al menos trata de hacerlo) en su forma de pensar sino que transita todos los estadios emocionales hasta llegar a ello, lo que vuelve su interpretación más creíble.
Detrás del simpático título con la que se presenta la película de Nicolás Teté, de lo que se trata es un drama moderado que se mete de lleno en el tema de la identidad sexual y lo difícil que puede ser la adolescencia de un chico u adolescente fanático de Natalia Oreiro en los años de “Muñeca Brava, mientras el entorno pueblerino aplica una mirada clásica y en la familia la esperanza de todos está puesta en el hijo tenista está instalado en Barcelona que promete una carrera en el circuito internacional. Manuel (Facundo Gambandé), al que todos llaman Manu, eligió irse a estudiar arquitectura a la Capital. Tomar distancia de todo eso pero viaja cada tanto y en el último viaje para pasar la Nochebuena de Navidad decide pudrir todo en la mesa familiar anunciando que es homosexual y que tiene un novio. La película se instala en el momento en que Manu vuelve a San Luis para pasar unos días con la familia, recibir al hermano deportista que también vuelve al pago y todo parece presagiar la intención del protagonista de cerrar un poco las heridas que abrió con la bomba que arrojó en su visita anterior. Manu de paso viaja en un momento de crisis con su pareja, así que emocionalmente parece atravesado por distintas sensaciones. Pueblo chico, infierno grande dice el lugar común y si bien la sangre no llega al ría la familia de Manu está atravesada por secretos y sentimientos no expresados empezando por Clara (María Fernando Callejón, en una buena actuación) que es una madre dispuesta a ser compinche de su hijo aunque no quiera oír ni hablar de “eso”, es decir de la homosexualidad de su hijo. El padre se mantiene al frente de la fábrica de pastas del pueblo y pone toda su esperanza en la carrera del hijo tenista para el cual organiza una recepción con el secretario de Turismo de la provincia para lograr un apoyo financiero para esa carrera. Toda esa trama se va complicando con las relaciones del pasado y conflictos ocultos que más vale no revelar pero que Manu va a detonar a su manera. Todos tenemos un muerto en el placar o un hijo en el clóset es una película noble que encara los temas de la diversidad y la caída de los tabúes en la vida personal del microcosmos y como ya se sabe que lo personal se vuelve político, tiene su bajada de línea pero sin el dedito levantado ni tratando de enseñar nada haciendo que todo sea más llevadero si se tratan los temas de manera directa y sin dejarse ganar por el temor o los prejuicios. TODOS TENEMOS UN MUERTO EN EL PLACARD O UN HIJO EN EL CLÓSET Todos tenemos un muerto en el placard o un hijo en el clóset. Argentina, 2020. Dirección y guion: Nicolás Teté. Intérpretes: Facundo Gambandé, María Fernanda Callejón, Diego De Paula, Antonella Ferrari, Mateo Giuliani, Lucas Ferraro. Fotografía: Ignacio Aveillé. Duración: 103 minutos.
La película de Nicolás Teté indaga lo que propone desde su largo título. Qué pasa con una familia de clase media, muy tradicional, de Villa Mercedes, San Luis, cuando comprueban que su “mundo feliz” no sale según la fantasía perfecta. No solo no terminaron de digerir que uno de sus hijos es gay, guardan su elección sexual en secreto, sino que necesitan proteger con mentiras el destino del mayor, para que nada perturbe su destino. Una familia tan cuidadosa de su apariencia, que aunque bien intencionados y afectuosos resultan siniestros. El film esta contado desde el personaje que encarna Facundo Gambande. El chico gay enamorado que se enfrenta a una ruptura con su pareja y al descubrimiento de una soledad que lo angustia, tanto como todo lo que esconde bajo la alfombra su familia. Pasará en todos los aspectos a ser el catalizador de una realidad asfixiante. Si bien el tono de la película se parece a las facturas facilistas de la telecomedias televisivas de desenlaces cantados, el film está bien realizado con buenos momentos conflictivos y frescura. Mucho tiene que ver el buen desempeño del protagonista, una María Fernanda Callejón que encuentra el tono justo para el amor sincero y el ocultamiento, igual que Diego de Paula. Nunca está de más señalar cuando falta todavía para que nuestra sociedad abra mentalidades y practique realmente la aceptación.
Critica emitida en radio. Escuchar en link.