Sin dudas que Todos tenemos un plan conlleva el atractivo primordial de poder apreciar la participación de Viggo Mortensen en una película de producción argentina, con el aditamento extra de que cumpla, a falta de uno, con la caracterización de dos roles. Después viene todo lo demás, que se trate de un thriller nacional, género siempre bienvenido en nuestro medio, que cuente con una trama atrayente e ingeniosa urdida por una cineasta debutante con
sólidas aptitudes técnicas y expresivas (Ana Piterbarg), que la película presente un elenco ecléctico pero llamativo y que esté ambientado básicamente en la fascinante y misteriosa zona del Delta en el Tigre. Elementos que de ningún modo podían ser secundarios y que resultan sustanciales.
Porque el film se nutre de excelentes climas, muy buenos diálogos, metáforas interesantes (que se emparentan con la apicultura, las implicancias del título y Horacio Quiroga), una fotografía sugerente que aprovecha visual y sensorialmente el ámbito y la gran apoyatura musical de la dupla Jusid (Atraco!) - Godoy, además de contar con escenas extraordinarias como el encuentro entre los mellizos, de notable factura técnica e interpretativa, o la visita de Claudia (Soledad Villamil) a la cárcel del Delta. Precisamente la propuesta se enriquece en el casting, como ese espléndido canalla interpretado por Daniel Fanego, de brillante presente actoral, la sorprendente y sensible Sofía Gala Castiglione y el ya mencionado Mortensen, que a su carisma le suma inteligencia y economía de recursos –sólo con una mirada suple a veces líneas enteras de texto- para corporizar a dos oscuros y complejos mellizos. Un film en el que aún los más pequeños roles están cubiertos con solvencia, lo que no evita baches en su trama y un exceso de
atmósferas que tratan de disimular debilidades narrativas. Falencias que se ven compensadas por virtudes a las que vale la pena apostar.